Estoy complacido en anunciar, que en estas semanas que me he tomado para ver frutos de una especial concentración en la escritura por mi parte (que además desde ahora comenzaré a hacer mucho más seguido, porque quiero incrementar mi constancia al escribir) he terminado un avaricioso proyecto, el cual ahora está listo para estrenarse y vendré a presentarlo en mi blog.
Se trata de Funebra. Es un proyecto muy preciado para mí, como todos los que emprendo, pero éste es algo singular y que además se me ha hecho muy interesante de escribir por el tema que tiene dentro. Es una de mis primeras novelas cortas concluidas, género al que me dedicaré en el futuro también mientras a la vez esté avanzando proyectos más extensos, como si fueran algo secundario pero no por eso menos valiosos. En adelante podré continuar dedicándome a ellas como algo entretenido para mí.
Pero ahora pasemos a hablar sobre Funebra. Desde el momento en que comencé sus primeras líneas, y me estaba haciendo ideas sobre de qué se trataría, supe que daría un nuevo paso adelante en mi escritura con este proyecto. Supe que sería un cambio, una nueva experiencia que sin duda dejaría sus frutos, y sus consecuencias en mi estilo, sobre todo porque es una narración explícita. La explicación del nombre, seguramente quien se intrigue por leerla la dilucidará dentro de la historia, pero como dato inicial mencionaré que con Funebra me refiero a Fúnebre, como una derivación que le he hecho, por todo el ambiente que esta palabra está encargado de crear y quise imponer en el sentido de la obra. Supe desde el primer momento que su mensaje sería controversial, e incomprendido, lo cual es un presagio que tengo sobre las interpretaciones que se le podrán dar en cuanto a quienes la lean.
¿Se imaginan la historia de una joven que habita en un convento, el cual es el corazón de la maldad y cuyo significado se irá revelando a medida que transcurre la historia? Que un lugar sagrado habría de transformarse en la cuna de pecados y la perversión, depravación, y que la llena de maldad protagonista de la historia irá explicando mediante sus actos, la verdadera naturaleza de todo cuanto la rodea, todo envuelto en un manto de hipocresía, de un bien falso o a veces de un mal sin escrúpulos. Ella vino al mundo solamente a exponer la crudeza de la realidad, pero con esto trae mal en cantidad.
En Funebra toqué temas de religión, tabúes, perversión sexual, abusos carnales, homicidios, distorsiones sobre lo sagrado y sacrilegios entre muchas cosas más, todo tomando parte en un lugar supuestamente "sagrado". Lo admito. Pero todo también metafóricamente. Llegué a tener mis dudas alguna vez sobre si habría de publicar este proyecto, pero ahora tengo deseos de compartirlo abiertamente. No hay nada lo suficientemente traumático para impactar a los lectores hasta el punto que terminen detestando esta historia, estoy seguro. Pero el significado que quise meter en ella, creo que es tan interesante en una forma tan elevada, que seguramente quedará sin entenderse del todo la mayoría de las veces. Quien lo entienda, será alguien detallista capaz de encontrar significados profundos.
Igualmente espero el día en que quizá pueda tener este proyecto en mano y mostrárselo al público. Ciertamente ahora no podría exponerlo tan abiertamente ni tenerlo impreso. No me imagino dándolo a conocer aunque estimo que ha sido uno de mis mejores trabajos quizá desde mis años de escritura, lo digo por las mejoras en mi estilo y mi forma de narración. Pero si lo diera a conocer de esta forma, impreso, creo que tendría que censurarlo. Pero por aquí en mi blog y quizás en otras partes lo mostraré con total libertad, pues tengo la creencia de que en Internet hay libertad de contenido y muchas cosas pueden ser enseñadas sin censura. Pues entonces sin más que decir queda hecho el anuncio sobre el estreno de Funebra, y estaré subiendo la historia por aquí para cualquiera que se interese en leerla, siempre bienvenido. Quizá la incluya como descarga porque es una novela corta, y no un relato.
Quizá me haya alargado un poco en la descripción, pero es porque en este momento tengo algo de sueño y quería dar los detalles precisos en esta información sobre mi obra. Funebra.
DarkDose
Descargar Funebra
Nota: Quizá el enlace no esté funcionando, por eso, recomiendo que me envíen un mensaje a mi correo (DarkDose@hotmail.cl) solicitando esta novela corta y se la enviaré enseguida a quien desee leerla.
jueves, 23 de mayo de 2013
sábado, 11 de mayo de 2013
El aparato (Fantasía/Relato)
Ensimismada iba mirando Nicole a través de la ventana, hacia
el oscuro paisaje exterior. El bus en que iba, estaba medianamente cargado de
pasajeros, pero poco a poco fue vaciándose hasta que quedaron unas dos o tres
personas, a las cuales les llegó el turno de bajar, y ella terminó siendo una
de las últimas pasajeras. En un instante se percató de que el conductor estaba
mirándola a través del retrovisor. Quizá con su expresión le indicaba que ya
estaban por llegar al final del recorrido. Pero Nicole no iba a quedarse
eternamente en el bus. Justo entonces, había llegado a su parada.
Era a eso de las once de la noche. El cielo estaba nublado y
sin estrellas. Nicole descendió en un sombrío paradero, de una zona rural y el
bus partió, con el indiferente chófer, que lo único que le importaba era
terminar el recorrido y marcharse a su casa. Parecía que se encontraba en medio
de la nada, sin embargo, ella estaba ubicada. Avanzó unos tantos metros por la
orilla de la calle, teniendo en mente el destino hasta donde caminaría,
sabiendo que el lugar a donde se disponía a ir estaba cercano.
Mientras tanto, Francisco había salido de la casa de una
amiga, que era algo extraña y le fascinaban los temas esotéricos, y se creía
una bruja. Quedarse hasta avanzadas horas de la noche con ella en su oscura
habitación significaba que le entraba el deseo de intentar sus acostumbrados
rituales, y profundizar en los temas misteriosos por los cuales ella tenía
agrado, y que sinceramente, a Francisco le aburrían en ocasiones, como en otras
lo entretenían bastante. Pero ahora estaba un poco cansado, se quería ir a
dormir.
-Puedes tomarte un café –le había dicho su amiga, Alejandra.
-No, gracias. Verdaderamente quiero volver a mi hogar –había
contestado él y había abandonado la casa de su mística amiga.
Cuando anduvo recorriendo las calles algo húmedas, a causa
de la atmósfera nublada, los ánimos parecían haberlo abandonado. Caminaba, sin
demasiada chispa de vida, con las manos en los bolsillos como un adolescente
derrotado. Observaba hacia el final de la calle sin esperanza. Sólo tenía en
mente volver a su hogar, tenderse sobre su cama en su desolada habitación, y
esperar llenarse de pensamientos mientras miraba hacia el techo hasta quedarse
dormido.
En ese momento cuando iba rodeando la esquina de la manzana,
el bullicio de una fiesta nocturna llamó su atención por unos segundos, tan
rápido como también lo desinteresó. “Otra celebración más” se dijo. Toda la
manzana parecía estar de fiesta, con los adolescentes alocados de aquellos tiempos
modernos que no podían quedarse un instante quietos, y buscaban expresarse
constantemente mostrando que pertenecían a grupos temáticos o tribus urbanas. Entre las ventanas de una casa se veían los
celestes fulgores de la velada. Unos árboles grandes como sauces llorones
tapaban la fachada de la casa. Las rejas que circundaban el lugar estaban
cerradas sin recibir a más invitados. Pero a Francisco no le interesaba.
Continuó avanzando, manos en los bolsillos, cuando lo
distrajo el sonido de un objeto que accidentalmente pateó sobre la calle. Era
una grande curiosidad. La cosa estaba volteada, sobre el concreto, y la tomó, y
disponiéndola frente a él, la examinó sobre sus manos. Parecía una especie de
consola cuadrada de carcasa púrpura. Tenía un mediano peso como si por dentro
estuviera llena de complejos mecanismos. En el centro tenía una ancha y
perfecta pantalla, que disponía lo que se mostraba en pixeles, de color como el
tetris, un pequeño dispositivo de juego que podía encontrarse en ciertos
lugares. Tenía una cruz para seleccionar direcciones, y dos botones a un lado,
de negro. Parecía una suerte de videojuego, pero Francisco tuvo el certero
presentimiento enseguida de que no se trataba de aquello, sino que era algo más
intrincado, más misterioso. Su tamaño era perfecto para tenerlo entre las dos
manos, y dedicarle concentración. En el borde inferior tenía unas letras
doradas y gruesas, que eran como la presentación del objeto. Decía claramente:
"Espectro Adivinador”.
-¿Qué diantres es esto? –se preguntó a sí mismo con un
sentimiento de extrañeza, y tras haber encontrado un botón de encendido lo
hundió para presenciar alguna función. Nada pasaba, entonces volvió al reverso
de la consola, removió una rectangular tapa plástica, y contempló que le faltaban
dos pilas.
La curiosidad lo acechaba, y aunque tuvo una tentativa de
dejar el objeto tirado, las ganas de contemplar cómo se empleaba resultaron
ganándole, y se propuso dirigirse a la tienda más cercana a aquellas horas,
esperando que estuviera abierta para comprarle el recurso de energía que le
faltaba.
-Espero que pueda encontrar baterías. Ojalá precise de las
normales…
Francisco llegó a la tienda. Tras el mostrador se asomó un
corpulento hombre sombrío, con los macizos y formados brazos descubiertos. Con
cara de pocos amigos, gruñó qué era lo que se le ofrecía, claro, en un ámbito
de relación vendedor-cliente. Francisco le señaló la parte trasera del objeto,
le indicó “dos baterías”. El dueño de la tienda sacó dos pilas normales, y se
las pasó. Encajaron bien en el objeto a la primera vez. Francisco le pagó el
dinero, y al salir de la tienda reintentó pulsar el botón de encendido haciendo
que la pantalla de la consola se prendiera. Ahora estaba funcionando.
En tanto, Nicole, que había dejado el bus hacía treinta
minutos atrás, continuaba caminando cerca de la acera, inmersa en la zona
rústica, con los pinos que iban pasando como sombras a sus lados. Luego tornó
hacia un camino irregular de tierra, en medio de unos extensos prados de hierba
y todavía figuras de árboles a lo lejos, en un horizonte enmarañado en la
ceguera de lo desconocido. Tras aquella caminata, fueron apareciendo los
primeros vestigios de la manzana poblada más cercana. Condujo sus pasos ahora
por una calle conocida, todavía salpicada en humedad como si hubiera llovido y
nadie se hubiera dado cuenta. El resonar distante de la sorda música se
percibía, muy dificultosamente, pero despertaba la intuición de que ya estaba
demasiado cerca. Al final de la manzana se encontró con los deprimidos árboles
que cubrían la parte frontal de la casa en fiesta, y vio el brillar de sus
luminiscentes ventanas con un reflejo azul. Estaba lleno de desorden adentro, y
de invitados inquietos. Por fin había llegado a su destino. Entonces se quedó
esperando frente a la reja de entrada, hasta que alguien la fuera a recibir
como habían acordado, para conducirla dentro de la casa, a tomar parte en la
parranda.
Nicole era una chica observadora y silenciosa. Hacía
comentarios de vez en cuando y solamente expresaba sus sentimientos cuando lo
ameritaba la situación, pero el resto del tiempo era callada como una piedra.
Era extranjera, además. Había venido desde un país lejano por una estadía de
algunos días, para culminar asistiendo a la fiesta que se percibía en el bullicioso
interior de la casa, que se le hacía prometedora.
Estaba bien arreglada para la ocasión, pero a la vez como
acostumbraba vestir también; nada que se saliera de lo sencillo. Sus hombros
descubiertos develaban una hermosa piel. Sus cabellos eran de un tinte castaño,
y se derramaban salvajes por su cuello. Su altura como contextura eran medias. Tenía
una mirada de pesimismo que era atractiva, a pesar de daba la sensación de que
siempre estaba enojada. Iba vestida enteramente de negro, como siempre. Llevaba
un escote de ese color, y unos apretados pantalones de tela. Calzaba unas
zapatillas blancas, y en el comienzo de su mano llevaba muñequeras
representando a sus grupos favoritos. Sobre la cintura traía colgado un banano,
que solía usarlo a menudo. Toda esta descripción merecida iba para Nicole, que
en tiempos de antaño había tenido un intento de romance junto a Francisco, que
por desgracia del destino, no había funcionado la unión de ambos. Ahora iba a
la fiesta, y ninguno de los dos sospechaba que estaban casi a nula distancia
del otro.
Mientras había estado pensando, vio una silueta llegar, que resultó
ser un joven dueño de la casa y anfitrión de la fiesta. Cordialmente tiró la
reja hacia adelante, y con los brazos extendidos, dejando el umbral descubierto,
y dándole una mirada de reconocimiento, la invitó a pasar:
-Te estábamos esperando, entra a la fiesta.
El anfitrión la guió hacia la entrada, mientras rápidamente
tornó hacia la reja y recibió una compra que depositaban sobre su mano, que
había encargado previamente, en la incipiente parranda. Entonces volvió a la
fiesta quitando la bolsa de lo que le habían entregado, sonriendo, y
descubriendo unas heladas botellas de cerveza dentro.
En el instante en que aquello ocurría, Francisco, en cambio,
permanecía afuera, indiferente ante la jarana, pero a su vez, intrigado, con un
vehemente interés por el curioso objeto que había encontrado. Fijaba su mirada
en él. Lo sostenía sobre sus manos, lo volteaba, le analizaba cada esquina, al
tiempo en que le acudían pensamientos. Todavía no determinaba a simple vista el
uso que podía tener.
-No tengo idea de qué es esta cosa –se decía. A la vez que
lo revisaba, estaba pensando si es que pertenecía a alguien. Lo había
encontrado tirado sobre la calle, y estaba en flamante estado. Sus bordes
relucían, y no tenía rasguño alguno. Parecía recién salido de paquete, por esta
razón, le extrañaba habérselo topado abandonado. Lo más probable es que hubiera
estado allí por el azar, aunque primera vez que se encontraba un artefacto, porque
las veces anteriores, y muy pocas, sólo había encontrado monedas de escaso
valor que nadie se dignaba a recoger. Parecía algo novedoso. En cierta forma, era
una suerte habérselo encontrado.
Tras que hubiera presionado el botón de encendido hacía unos
dos minutos, la pantalla mostraba algo, a lo que ahora le dedicó su atención.
Aparecía una extensa lista, que por medio de la cruz de direcciones integrada
al mecanismo, podía descender por ella, que parecía interminable. Había
caracteres ordenados de color morado, delante de un fondo negro, ordenados por
unas líneas verdes que formaban rectángulos. La pantalla mostraba una nómina
vistosa la cual se podía desplazar. Los caracteres expuestos eran nombres de
personas. Iba recorriendo los nombres, cada vez con más curiosidad. Al parecer
pertenecían a gente desconocida. Aunque cuando llegó hasta la inicial de su
nombre, porque estaban ordenados según el abecedario, seleccionó el suyo
propio, con apellido incluido, y presionó uno de los botones negros al lado de
la cruz direccional. Se abrió un apartado dentro de la pantalla, mostrando
datos, y se quedó totalmente asombrado.
Eran datos certeros que le proveía la máquina portátil.
Parecía como una especie de juego, de alguna forma, didáctico, pero la
información que mostraba era tan precisa, que tenía la certeza de que no había
persona alguna que conociera todas aquellas cosas suyas. La pantalla le
descubría verdades sobre su personalidad, físico, sentimientos, de una forma
ordenada. Parecía brujería, o una tecnología muy atrevida, como proveniente de
algún futuro inexistente. Partía
mencionando su nombre y todos sus apellidos, entonces le daba la fecha de
nacimiento, el lugar, lo describía físicamente de una forma perfectamente
certera, daba una detallada síntesis sobre su personalidad, y lo más
sorprendente de todo, añadía un extra especial sobre un secreto íntimo del
individuo de los datos revelados. Francisco se mantenía incrédulo. Era real
pero, ¿cómo era posible? La consola que tenía sobre sus manos era una
maravilla; desconocida y deslumbrante. Ahora podía cerciorarse de que era real
todo lo que exponía indagando más en sus funciones.
Nicole estaba en plena fiesta. El ambiente era trastocado,
sonaba una música soporífera de un ritmo no precisamente ameno para el oído,
pero que causaba una sensación de letargo. Había latas de cervezas en cantidad,
algunas tiradas, otras manteniéndose paradas sobre la mesa. Los adolescentes
vestidos de negro y con su chaqueta de cuero hacían extraños pasos de baile,
pegándose chichos con chicas. La fiesta estaba en mitad de su transcurso. La
luz azul permanecía allí encerrada. El joven dueño de la casa, de una forma
amable le ofreció un cigarrillo a Nicole. Ésta lo aceptó, y tuvo ganas de ir a
fumarlo un rato afuera.
Habiendo salido de la casa, estando en el reducido patio con
la reja, encendió el cigarrillo y se dispuso a dar una inhalada, mientras miraba
hacia la calle, distraída. Luego, sin embargo, antes de hacer entrar el humo en
sus pulmones se arrepintió de fumar, botó el cigarrillo y lo apagó con la
planta de su pie, pensando en que no tenía realmente deseos de hacerlo ahora.
En ese momento Francisco pasaba por la calle siguiente y la vio a lo lejos,
como por instinto. Fue una sorpresa enorme, pero también le desilusionó ver a
Nicole formando parte de aquel ambiente de fiesta bulliciosa que le parecía
patética. Fue acercándose de a poco, con la consola extraña entre las manos.
Nicole no se había percatado.
Era tanto tiempo que Francisco no la había visto, que una
leve evocación de nostalgia le bajó a su ser, pero se reivindicó pronto y
estimó que era el momento preciso de probar si realmente la máquina funcionaba.
En la lista de nombres, ordenadamente buscó el de ella. Una vez encontrado, sin
demasiado convencimiento de que volvería a funcionar lo de antes, porque llegó
a pensar incluso que las ganas anteriores de haberse ido a dormir lo habían
dominado, y lo que había leído en la pantalla del objeto había sido alucinado, presionó
el botón para que le fueran entregados los datos sobre Nicole. Efectivamente,
fue mostrado su nombre y sus apellidos, y después una resumida lista con las
características básicas más íntimas de ella, entre las principales:
“Nicole Castro
Fecha de nacimiento: 20 de Agosto de 1995
Físico: Color de cabello castaño, ojos negros, piel
medianamente blanca.
Personalidad: Generosa, sociable, callada, terca, observadora.
Tierra de procedencia: Panamá”
Francisco leyó esta información, y se quedó pasmado. Todo
era cierto, pero entonces, ¿de dónde provenía esta consola? ¿Cómo le hacía para
obtener los datos? Era un misterio que quizá nunca iba a esclarecer. Todo lo
que conocía sobre ella le había sido confirmado en la pantalla. Pero aún
quedaba una parte; la máquina le dio un secreto de Nicole como si hubiera
entrado en el mismo corazón de él, y hubiera sacado una respuesta tan personal
que nadie más que ellos dos podían saber, la pantalla mostró uno de sus mayores
secretos actuales:
“Ella te ama a medias,
porque realmente está enamorada de otro chico. Una parte de su corazón guarda un
cariño por ti, y otra parte más fuerte, te repudia”.
Al recibir esta información, Francisco apretó los dientes
con furia. ¿De quién iba a estar enamorada ahora? ¿Quién había sido digno de
que reemplazara su amor por él, que se había esforzado con todas las fuerzas
del mundo para volverlo el más puro y honesto? Pero ya no importaba. Ya era
pasado. Tuvo la tentación por un segundo, cuando se quedó mirando a Nicole que
todavía permanecía de pie tras la reja, contemplando distante hacia algún lugar
como extraviada, de decírselo. Pero fueron unas ganas efímeras, pues tras unos
momentos, desistió pronto, haciéndose saber que ya no tenía sentido.
Pese a que además la consola tenía incorporado un sistema de
rastreo de la persona en cuestión; a pesar de que por medio de una línea y un
punto le indicó la localización de Nicole, abandonó desalentado la causa.
Casualmente en ese momento, luego de evocar recuerdos que
amargaban su corazón y lo dejaban con la tristeza de una flor marchita, se
acordó de una chica especial, la cual había conocido en su escuela, una que
siempre veía pasar por los pasillos y de la cual había estado enamorado un
tiempo. Era Belinda. Al momento de recordarla, rememoró también todos aquellos
gratos momentos en que pensaba en ella, todas las inspiraciones que surgieron
en él como motivo a ella también, y todas las poesías y las dulces fantasías
que imaginó en un presente idílico e ilusorio de estar con ella. Por eso en ese
momento, aprovechó que estaba cargado de remembranzas, y quiso sacarle un uso
útil a la consola, por primera vez, y se dedicó a buscar el nombre de ella. Si
la curiosa máquina lo ayudaba esta vez, contribuiría a que Francisco volviera a
sumergirse en un mar de recuerdos de antaño, dejando de lado el acíbar que
había nacido en su corazón en esos segundos.
Primero lo motivó una sensación inquisidora de averiguar
cuál era la ubicación de ella, por si de casualidad se encontraba a una
distancia que no fuera considerablemente lejana, y luego podría hacer operar a
la máquina para que le diera sus datos. Pero le mostró su ubicación, y su
sorpresa fue que la línea iba recorriendo calles y manzanas, hasta llegar al
lugar donde estaba y detenida apuntar hacia la fiesta. Francisco experimentó
una especie de gozo en el alma, cuando movido por la curiosidad acercó la vista
a una de las ventanas, y creyó verla. Según la máquina, ella estaba dentro.
Yendo en contra de su estimación de no adentrarse en el
ambiente del bullicio y el descontrol, por amor, siguió lo que le indicaba la
consola, esperando que ésta fuera a fallar, pero llegó hasta el frente de la
casa para descubrirlo. Como seguramente todos los que estaban se reconocían
dentro, se dirigió hasta la puerta del patio trasero y por allí entró. Pasó
perfectamente desapercibido cuando recorrió el interior, entre los adolescentes
con un soporífero éxtasis en sus rostros, agobiados de tanto fiestear. Iba por
un pasillo estrecho, siguiendo la flecha indicadora, y resultó chocar con
Belinda, repentinamente. Fue un golpe de recuerdos, una alegría de verla, y a
la vez un momento de no saber cómo reaccionar.
-Francisco, tanto tiempo… -dijo ella tiernamente
sorprendida.
-Bastante… -respondió, congelado por el momento y
atolondradamente le preguntó cómo estaba. Pasaron por las formalidades, luego
la sinceridad que les provocaba un reencuentro imprevisto. Tras un rato en
tentativas de hablar y reconstruir sentimientos y una amistad del pasado,
Francisco quiso decirle algo. Quiso revelarle lo que en los tiempos en que la
miraba silenciosamente nunca pudo. Pero en un segundo de distracción, tuvieron
que interrumpir la charla por unos segundos.
-Me disculpas, necesito ir al baño. ¿Te parece si a la
vuelta hacemos unos bailes? –le propuso Belinda, aprovechando el pausado ritmo
reciente de la música. Francisco asintió, dispuesto a aguardar, y ella se
retiró por el pasillo de dirección al lavabo.
Se quedó esperando, y mientras, se le ocurrió la brillante
de obtener en ese momento información de ella, por parte de la consola. Quizá
podía enterarse de algo realmente útil, que podía utilizar en la conversa
aplazada. Aunque, no estimaba sacar la máquina allí y usarla al descubierto,
pues, aunque todos estaban distraídos, enajenados por el ambiente, a más de
alguno podía llamarle la atención la esencia de novedad del dispositivo. Por
eso, determinó mejor usarla en un lugar apartado. Serían sólo unos segundos,
por lo que llegó a la ventana más próxima y por allí salió al patio. Mientras
hacía funcionar la pantalla y se centraba en su pantalla, sus pasos iban
llevándolo hacia la calle.
Continuaba la humedad sobre los suelos y en las brisas, como
de costumbre. Buscó silenciosamente el nombre de Belinda en la nómina de la
consola. Una vez encontrado, presionó sobre él y se abrió la sección aparte,
con toda la información que podía proporcionar el sistema del dispositivo sobre
cualquier persona en la lista, y no había persona alguna que no estuviera
contenida allí. Francisco quería averiguar cosas de índole sentimental. Quería
saber de alguna forma si su sentimiento era correspondido. La pantalla mostraba
los datos básicos: Nombre: Belinda Scarlett, fecha de nacimiento: 12 de Abril
de 1994, físico: Cabello color cobre, ojos cafés, piel medianamente morena,
personalidad, su tierra de procedencia que era Chile, etcétera.
El secreto íntimo de Belinda que la consola tenía disponible
para revelar, era de sentido sentimental, y esto a Francisco le venía como
anillo al dedo, porque justamente quería saber cuáles eran los afectos de ella,
y qué era lo que actualmente estaba sintiendo su corazón. Presionó el botón,
para que la máquina le develara este secreto, y en cuanto apareció la línea,
leyó concentradamente algo que no esperaba: “A ella le gustas, pero es tarde para saberlo porque pronto partirá en
un viaje a Europa”.
¿Y si era demasiado tarde? Se preguntó Francisco. Pero el
éxtasis, la complacencia de tan sólo saber que a ella le gustaba, eso se lo
llevó a las apagadas nubes del firmamento por unos segundos. Caminó, sonriéndole
a todas las cosas, como alelado por el encanto de haberse enterado de ello.
Cargaba la consola sobre su pecho. Pero luego, repentinamente, como un
relámpago dentro de su mente, lo hizo reaccionar el recordar lo que había dicho
la consola, y que ella partiría pronto, aunque fuera mañana, aunque fuera en
tres días. Además, les había quedado una conversación pendiente, por lo que
impulsivamente volvió hacia la fiesta sin perder tiempo.
Sentía que había olvidado algo, pero no importaba.
Sólo iba ahora concentrado en una cosa, y eso era, alcanzar
a Belinda. ¿Con que se iba a Europa? Antes de que aquello aconteciera,
Francisco pensaba que nada sería capaz de detener sus irreflexivos deseos de
llegar hasta ella y revelarle sus sentimientos, sin escatimar en ningún
detalle, por fin, haciéndoselo saber todo. No importaba si un avión habría de
separarlos, él tendría que decirle. Toda la noche se había hecho curiosa, casi
como un sueño, y que había comenzado desde haber obtenido aquella misteriosa
consola.
Pasó por encima de la baja reja de la casa fiestera ya sin
importarle, cruzó el patio y llegó hasta la puerta delantera. Hizo su entrada,
ya sin preocuparse de que las miradas escrutiñadoras se dirigieran hacia él,
pero en realidad nadie tuvo el tiempo de percatarse de su presencia. Todos, con
el transcurso de la fiesta, habían quedado tirados, extasiados, con un aire de
estupidez en los rostros y todavía sosteniendo los vasos vacíos.
Cruzó por la sala principal e incluso Nicole estaba allí,
echada sobre un sofá, observándolo con un rostro algo ido, como si el sueño
comenzara a dominarla. Con el rostro de adormecida lo miraba insistentemente,
sabiendo que él estaba ahí, pero con una especie de parálisis voluntaria de no
hacer ademán de hablarle, porque parecía suspendida en un estado de resignación
con su cuerpo, con sus ojos, con su mente. Estaba en el lugar, y a la vez
distante en sus pensamientos. Francisco tampoco se detuvo ante ella. Sólo tenía
un rumbo fijado, y ese era proseguir por el pasillo para comprobar si podía
encontrarse con Belinda, como en un retroceso del tiempo hacia aproximadamente
una media hora atrás, cuando se habían cruzado allí y habían hablado. Esta vez
veía acercándose el estrecho pasillo vacío, blanco, con una pálida luz sobre su
techo, y se iba viendo más desolado. Un mal presentimiento surgió en sus
entrañas por un instante. El pasillo ya no parecía tener aquella sensación de antaño,
de un grato encuentro inesperado. Sino que ahora, era algo hueco, sin emoción
alguna, simplemente un espacio lleno de la nada. El augurio se fue
intensificando transformándose en una nefasta sensación.
-Eso está tan vacío como mi mismo corazón –se dijo, cuando
ya le faltaban unos milisegundos para llegar. Se adentró en el pasillo, y
efectivamente, allí sólo estaba la pequeña mesita de antes, con un florero, y
no había rastro de persona alguna. Belinda ya no estaba ahí más. Con la mirada
interrogó a un joven alelado que iba pasando, y éste le contestó, adivinando lo
que se esperaba escuchar: “Ella no está, ya se fue a Europa”. Esta respuesta
fue lo que acrecentó el vacío en Francisco. Supuso que había partido al
aeropuerto. Quizá ya tenía los boletos y en lapso de tiempo más ya estaría
partiendo a tierras extrañas de donde nunca volvería a verla. Se quedó con el
desazón, de no poderse haber declarado.
Cuando volvió por el salón de entrada, Nicole ya no estaba
allí. El sofá ahora estaba vacío, y la mayoría de los adolescentes se habían
retirado. Sólo quedaban algunos, filtrando lo último que quedaba de trago
trasparente sobre las jarras, todavía sedientos. Salió afuera, cruzó el patio,
abrió pacientemente la reja. Se dedicó a caminar por las calles con las manos
en los bolsillos, como en el principio, y sólo entonces se percató, que sus
manos estaban vacías. Lo que había tenido antes ahora no lo tenía. Se le había
perdido la consola, el “Espectro adivinador”, y ni cuenta se había dado.
-Seguramente se me perdió luego de la impresión, cuando me
reveló que yo le gustaba a Belinda… En ese momento me volví atontado. Allí en
el descuido, se me debe haber caído.
Tras caminar un rato, sin nada que poder hacer, la
resignación se marcó en su rostro, y añadió:
-Es una lástima, porque es un objeto que nunca más volveré a
encontrar, y su utilidad era fuera de límites. Tan sólo imaginarme, que poseía
cada dato íntimo sobre cualquier persona que seleccionara de la lista… -se
dijo, concluyendo con su sentimiento de extrañar algo que era verdaderamente
novedoso, y que le había durado apenas unos momentos, que tras perderlo,
incluso empezaba a imaginar la efímera experiencia como irreal. Demasiado
sorprendente para verdaderamente haber pasado, era lo que comenzaba a pensar.
-Quizá estoy soñando a estas horas, durmiendo
imperturbablemente en mi cama –dijo por última vez, con las manos enterradas,
inamovibles de los bolsillos, y dirigiéndose a su hogar, que quedaba en algún
lugar al final de la calle, mientras pensaba en lo curioso que había sido el
dispositivo, y la mala suerte y lo descuidado que había sido al perderlo,
creyendo que sólo había podido comprobar si era real, si todavía lo hubiera
conservado hasta ese momento…
DarkDose
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