sábado, 23 de marzo de 2013

Actualizaciones al blog

Así es; en este día he estado actualizando el blog con el objetivo de extender su contenido, y ampliar las visitas para así atraer la atención de más lectores hacia mis relatos, proyectos y poesía, que eso es lo que espero y es parte de compartir mi mundo con ustedes.

Entre los nuevos contenidos añadidos está una sección nueva, que se trata de El rincón de juegos de terror (También puedes ir haciendo click aquí), que se encuentra ubicada en el menú a la derecha, donde tal como expresa el título por aquí podrán encontrar aventuras gráficas, juegos de terror estremecedores donde espero que pasen un buen susto, y así complementen más la experiencia de mi blog.

También entre las últimas adiciones está contenido audiovisual, contador de visitas, un enlace para dar me gusta en Facebook a mi página personal,  y espero ir añadiendo más contenido. Mis deseos es que disfruten mi blog, lo tengan presente en su mente y sepan que siempre pueden estar aquí para llevarse un buen rato de susto, con los terroríficos relatos de terror que les ofrezco de parte mía.

DarkDose NightWriter
Escritor


martes, 12 de marzo de 2013

Matadero de personas (Audiorelato/Proyecto)

Vengo a estrenar mi proyecto, con el primer audiorelato hasta ahora, de mi colección de relatos que espero llevar a publicar narrados personalmente por mí, y ambientados con una escalofriante atmósfera. ¿Qué más personal, qué más propio que narrados por el mismo escritor, quien los concibió, por la esencia? A ver si así despierta el terror más efectivamente...



Dependiendo de las visitas, comenzaré a subir mis más nuevos relatos de terror de esta forma, para que se lleven un buen susto por las noches. Espero contar con su apoyo, con su constancia, con el interés por parte suyo hacia mi terror que les ofrezco, y nos estaríamos viendo con nuevos relatos.
DarkDose

La cripta (Simbólico/Relato)


PRÓLOGO: LA AGONÍA
En la habitación del hospital, no se derramó ninguna lágrima ante la suerte del desahuciado. Alguna lágrima quizá, tuvo la tentación de asomarse por las mejillas, pero no correspondía. Porque no había un cariño familiar presente, sino que sólo un desempeño laboral. El que estaba a cercanos instantes de morir, se llamaba Francisco Flores, según decía su ficha médica, que adjuntaba además sus correspondientes apellidos. Era triste. No habían llegado familiares a despedirlo, porque no existían. Ni una mísera visita en la sala, aquella mañana.
En esa sala devastadoramente emocional, Francisco con ojeras que anunciaban el lento pero seguro paso de la muerte, dirigió una última mirada a una enfermera a su lado, rogándole con sus pupilas compasión o un intento desesperado final por salvarlo. Nada se podía hacer. Miró hacia los lados e inspeccionó sus alrededores, examinando cosas y rostros de personas que lo observaban. Comprobó que ya no había nada que le mostrase esperanza. Recordaba que el día de ayer, un médico le había dado el diagnóstico final: No iba a sobrevivir ni un día más.
Esa tarde el hospital estaba teñido de una agonía soporífera. Ahora estaba añejo, desolado. Vaticinaba el partir de un pronto finado. Era un lugar donde Francisco había llegado a caducar su vida, con muros de color sepia como recuerdos lejanos yéndose a la distancia, y el espíritu de él, como la tenue llama de una vela apagándose.
Ya no podía resistir más. Ya no tenía fuerzas para rogar por ayuda a los severos médicos. Comprendió que su cuota de vida ya se le estaba acabando. Se dejó desfallecer. Dejó su cuerpo morir recostado sobre el colchón. Un enfermero en la habitación anunció con resignación: “Otro muerto más en este hospital…” A Francisco lo invadió un sueño. Cerró los ojos. Sintió que sus oídos se volvían sordos, a medida que el agudo timbre de una máquina cuadrada a su lado, de signos vitales, anunciaba que la vida se le había ido. Escuchó conversaciones sobre él. Entonces se sintió elevarse como un fantasma y desvanecerse. Era como si estuviera soñando, pero sabía que esta vez, no había entrado a un sueño, sino que era algo real. Al menos, los últimos segundos de vida que ya iban despidiéndose. Dijo adiós mentalmente. Ya había llegado la hora: La muerte ahora tocaba su puerta.
TERRA MORTEM
-¿Me morí? –fue lo primero que se preguntó ya al encontrarse al otro lado, en algún lugar. Había despertado lentamente. A su lado había unas incandescentes fuentes de luz, sostenidas por delgadas varas de fina madera y hierro. Eran seis, distribuidas a sus lados. Sintió que estaba apoyado sobre una superficie cómoda. Ya estando más atento, al ver en donde estaba metido, se levantó de golpe. Apoyó sus manos a los lados de la lustrosa madera. Sorprendido, se hizo saber que estaba metido en un ataúd. Estaba iluminado, y estaba dentro de una gran sala ornamentada, como si lo estuvieran velando. Se asustó, se angustió. Pensó que ya había pasado por la muerte y no quería volver a sentirla otra vez. Tampoco quería pensar en haber vuelto a la vida. Se le hacía escalofriante la idea de haber resucitado y de no saber cómo reaccionar.
Pero el ambiente en general, tenía una leve neblina borrosa, o quizás sus ojos estaban como con un permanente efecto de cuando se despierta recién de un profundo sueño, y las cosas se ven ligeramente confusas o distorsionadas por un segundo. Pero no sabía si sentirse vivo, muerto o en un sueño; no tenía idea de nada. Lo único que sabía, era que sentía. Que estaba allí, soñando o vivo, o qué sabía él.
Estaba preparándose para levantarse del féretro lujoso aquel, despojándose del cansancio que le había quedado en los últimos minutos esperando a la muerte, y cuando se dio un impulso para salir de allí algo inesperado le ocurrió y de un susto casi volvió a apoyarse en el ataúd. De improviso, le había aparecido un rostro frente suyo. Vio primero unos ojos caramelo, como un mar en atardecer, unas pecas dándole vida a un rostro de una piel pura y suave y unos abundantes cabellos rojizos. Aquella chica, había aparecido tan de repente -casi de la nada-, que le había resultado una sorpresa. Se dedicaron apenas unas miradas efímeras, en las que priorizó la curiosidad, y entonces el contacto se acabó. La chica rápidamente se retiró. Francisco volvió a intentar levantarse ahora más pausadamente, mientras decía:
-Vaya, ¿quién es? –y logró incorporarse a un lado del féretro. Tanteó con sus manos los vistosos bordes del cajón. Entonces paulatinamente comenzó a caminar, con una mirada hambrienta de saber dónde estaba.
Recorrió una sala brillante, con pisos de cerámica y un techo no muy alto. En los muros había montones de hendiduras, en las cuales comprendió que allí se guardaban cajones, es decir, féretros. Pero por la curiosidad solamente se acercó e investigó en uno de los compartimientos. Retiró de allí de a poco un cajón. Estaba muy limpio y en buen estado y no estaban en uso. Había cientos más de los mismos guardados.
También había algunos ataúdes apoyados contra los muros, hechos de buena madera de una tonalidad oscura, y con una cruz figurando en la parte delantera. Aunque se imaginó –y ciertamente así era-, que cumplían también una función ornamental.
Francisco se paseó unos escasos minutos y recorrió el lugar con la mirada. Estaba muy bien iluminado y estaba vacío. Todo estaba cuidadosamente decorado en un mismo motivo, que tras tanto mirar, pudo darse cuenta que aparentemente, estaba en una cripta. Sí, así tal como lo suponía. Estaba sorprendido pero no quería hacerlo evidente desde su interior hacia afuera. ¿Pero cómo diablos había llegado a una cripta? Desde el hospital, después pasar por la muerte y que todo se hubiera desvanecido en un segundo… Cruzó por el espacio caminando, a medida que iba pensando sobre el encuentro que había tenido. “No sé quién es, sin embargo aquella chica me pareció bonita, debo admitirlo” se dijo en cuanto a ello y sintió como si las mejillas se le sonrojasen como a un niño pequeño.
-¿Cómo te llamas? Mi nombre es Francisco, ¿y el tuyo? –iba repitiéndose cuando acababa de salir del lugar, para memorizar que debía decírselo a ella, en otro momento en que la encontrara. Allí afuera se encontró extensiones ilimitadas de tierra seca, aburrida, sin vida. Los pinos a la distancia estaban juntos de a unos tres o cuatro. Los aires corrían frescos y el cielo estaba amarillo, tapado en nubes. Francisco dio una vista general por aquella tierra. Al no saber dónde estaba ni cómo había llegado, y suponiendo que de ahí en adelante, habría de estar allí por siempre, estimó que sería mejor concebir un nombre, con el cual pudiese reconocer aquel lugar.
-Supongo… que no hay vuelta atrás –se dijo, pero no como un lamento, sino como un comentario, carente de emoción alguna. Como una resignación que terminó por dejarlo vacío. Entonces comenzó a pensar:
-Este espacio, donde quiera que esté debe estar ubicado en algún lugar, más allá de la muerte, después de la vida, considerando que yo mismo vi mi vida acabarse, y pasé por la agonía de mis últimos instantes. Es lógico que cuando nos morimos, nos vamos bajo tierra, es sentido común. Entonces siento, que este mundo está ubicado abajo, en alguna parte… por debajo de la vida normal… Parece ser una realidad nueva y distinta a la que acostumbraba yo llevar… Tendré que ponerle un nombre. A mi mente viene, Terra Mortem.
Francisco dio un vistazo al mundo al que recién había nombrado. Los aires continuaban corriendo frescos y los pinos se mecían. Y el cielo parecía mirarlo, como contento de que alguien le hubiese dado nombre a todo ese entorno. Francisco se sintió satisfecho pero luego entonces comenzó a caminar, porque todavía debía explorar y desconocía lo que había por allí.
Dio un corto paseo y al encontrar más de lo mismo y llanuras inacabables de tierra, dio un respiro comprendiendo que no estaba descubriendo demasiado y terminó volviendo a la entrada de la cripta. Allí en un muro se echó a descansar un momento. Continuaba mirando, con la vista al menos recorriendo todo aquel mundo que le rodeaba.
Después quiso volver a entrar a la cripta. Allí las grandes rejas estaban abiertas como lo habían estado cuando había salido, rejas que entre los espacios que tenían, estaban rellenos con reducidos vitrales; así como también los muros agrios de la cripta, decorados con vitrales mucho más amplios. Toda la decoración era atractiva. Atravesó un estrecho pasillo, hasta encontrarse en el amplio vestíbulo del lugar.
Allí apenas subió la mirada, tras haber contemplado los brillantes suelos de cerámica marrón, vio unos delicados pies que llevaban a una figura más grácil y hermosa. La dueña de aquella forma, llevaba un vestido de aquellos elegantes pero antiquísimos, que caía casi hasta sus tobillos. Estaba toda iluminada por ese toque especial que tenía. Su expresión, oh Francisco se sintió en el cielo al ver dicha expresión; tenía unos ojos decorados y sembrados amenamente en pecas, y sus pupilas de un intenso color marrón eran mezcla de la mirada pueril de una niña, y la curiosidad de alguien que tiene una llama ardiente natural de deseo en ellos. Con una sutil picardía, casi indistinguible, eran la gloria.
Esa mujer joven se quedó observándolo, ligeramente intrigada, con intenciones de esperar por una reacción. Francisco se sintió paralizado, como invadido por una repentina timidez que no había tenido hacía años, como un niño pequeño. Ella dio un paso entonces. Se dejó ver en totalidad ante sus ojos y tomando la cautivadora iniciativa, se presentó con una voz natural:
-Soy Malicia, es un gusto –. Esa fue su cordial bienvenida, adornada con una sonrisa. Francisco se quedó allí, sin reacción alguna, dudoso. “¿Malicia te llamas?” tuvo deseos de preguntarle. ¿Pero a qué venía aquel nombre? Le hizo saber esa duda. Ella le contestó:
-Es simplemente un nombre, no creo que tenga ningún objetivo en particular… -y lo miró. Supo de la confusión en sus ojos, entonces agregó:
-Veo que ha llegado alguien aquí por fin, a esta lujosa cripta… He habitado una eternidad aquí, y nunca ha habido visitas. ¿Podría saber ahora quién es el visitante? –preguntó secretamente interesada, como nunca lo había estado.
-Mi nombre es Francisco… -respondió él, todavía distrayéndose con sus propios pensamientos. Pues todavía estaba cautivado por lo que iba descubriendo. Todo le era una nueva experiencia- ¿Dices entonces que has estado desde siempre aquí? Si me permites preguntar… ¿Qué edad tienes? ¿Unos cien años?
Malicia no se vio ofendida con la pregunta, que tampoco iba con esa intención, pero sí extrañada. Le respondió:
-¿Que acaso no me veo joven? Es un placer conocerte. Ahora me retiro, será mejor que te acostumbres al lugar, no será que  te quedes hasta siempre aquí… -le dijo Malicia guiñándole un ojo. Se mostraba muy amena, pero lo confundía un poco. Francisco estaba lleno de dudas, pero esperaba que el recorrido por el escenario donde estaba ahora le diera respuestas. Ella entonces se volteó, y comenzó a irse. Francisco la miraba. Tenía lindas espaldas, y las cubría su cabello, que caía como un grueso y bello algodón rojo. Ella llegó al comienzo de unas escaleras en forma de caracol, y se apoyó en la baranda, para darle una última mirada con una sutil pizca de coquetería; una mirada que ofrecía una invitación. Le dijo por última vez:
-Acostúmbrate al lugar.
Francisco la despidió con la mirada. Sin nada más que decir, sólo la vio irse.
Así fue pasando el tiempo. Francisco fue descubriendo la cripta, y sus alrededores, rodeada por aquellos paisajes llanos, de tierra sin vida y apenas unos árboles que parecía que se mantenían eternos en el tiempo, alimentados por la brisa. Se sintió tan solitario, que cada vez que despertaba, se comenzaba a dar paseos con las manos tras la cintura, relajado, sólo sintiendo el aire, sin más que hacer. Se había armado un dormitorio para pasar las noches. Aunque en aquella peculiar tierra, Terra Mortem, como la había nombrado, no parecía haber día. Sólo tardes vacías, a cuyo paso seguía la noche.
La soledad era su compañera hasta ese entonces, y como la eternidad se le hacía una espera interminable, empezó a buscarse una identidad, para sentirse más lleno. Comprendió que de ahí en adelante, la cripta y sus alrededores sería su lugar. Allí estaría siempre. Estuvo un largo tiempo meditando sobre lo que él iría a ser, a lo que se dedicaría. Entremedio de ese tiempo se encontró varias veces más con Malicia, que solía aparecer de la nada pero su presencia era agradable.
Una tarde de escasos colores, Francisco estaba sentado en su escritorio que había armado, con una vela al lado acompañándolo, iluminando sus hojas. Estaba escribiendo. Entonces llegó Malicia por atrás, muy interesada en su trabajo, se acercó sutilmente y le preguntó:
-¿Qué haces?
-Estoy escribiendo, ya sabes, para pasar el tiempo –le contestó Francisco.
-Muy interesante –opinó ella-, ¿qué escribes?
Francisco se dio vuelta, la observó y volvió a lo suyo.
-Historias, cientos de historias que se me vienen a la mente… Tengo que escribirlas. Hacerlo me hace sentir lleno.
-Pues mira lo que tenemos aquí… -observó Malicia con un tono de entusiasmo- Ha llegado a parar un escritor aquí a la cripta, no me lo esperaba…
-Bueno, no estoy seguro si el mundo me aceptaba como tal, pero por dentro sí me considero un escritor. Supongo que escribí lo bastante, ahora que ya he pasado por el umbral de la muerte… Y sigo aquí escribiendo, en este lugar. Terra Mortem.
-¿Terra Mortem? –Preguntó Malicia con la duda reflejándose en sus ojos- ¿Qué es ese lugar? Yo no conozco más que la cripta…
-Como pensé que quizá siempre voy a habitar aquí, quise darle un nombre a todo este entorno que nos rodea…  Además de la cripta, encierra a todos los interminables paisajes afuera y todo este mundo. Significaría, “Tierra de la muerte”. Pues, yo pasé por la muerte.
-¿Sí?
-Sí –contestó Francisco-. Estaba muriéndome en un hospital. Me sentí morir; me vieron morir. Después aparecí aquí.
-Interesante, y me agrada que le hayas dado un nombre a todo este lugar. Desde ahora entonces lo llamaremos Terra Mortem, es un buen nombre –apreció Malicia y le guiñó un ojo, como casi siempre solía hacer cuando la conversa se tornaba amena. Francisco le correspondió con una sonrisa, y ella lo dejó allí en la oscuridad difuminada por la luz de la vela, para que continuara escribiendo.
Pasaron los días. Francisco juntaba mucho material de tardes enteras escribiendo. Cientos de historias que tuvo una vida para concebir –la cual concluyó-, y ahora, en esta especie de vida siguiente tenía otra oportunidad interminable para imaginar miles más. Iba y venía de la cripta. A veces pasaba el día recorriéndola y sus exteriores. Una vez, se dio cuenta que nunca se había dado el tiempo de observar en detalle a Malicia. Un día quiso hacerlo; se colocó a la entrada del vestíbulo principal y se dedicó a contemplarla con todo el tiempo del mundo.
Ella a veces pasaba haciendo aseo, como esa tarde. Tenía una escoba y con ella se encargaba de eliminar todo el polvo que se adhería a las cerámicas del suelo  y las limpiaba del todo. Tenía la costumbre de dejar todo impecable, era algo fanática del aseo. Cuando Francisco la miraba ponía especial atención en la pureza de su piel, y su cautivador cabello rojizo siempre cubriendo su espalda. Estaba sumamente bien cuidado. Cualquier fémina del mundo anterior de Francisco, lo hubiera envidiado. Con todos estos detalles, Malicia tenía una impulsividad difícil de controlar a la hora de limpiar.
Esa tarde ella lo vio, pero mostró que no le molestaba en absoluto su presencia y continuaba haciendo los quehaceres con toda naturalidad. Era muy buena dueña de hogar en la cripta. Después de aquella tarde en que se dedicó a verla, Francisco pasaba haciendo esto mucho más seguido, hasta que se dio cuenta del encanto que ella tenía, y cada vez se le hacía más ameno el verla a través de sus ojos. Además la cripta, era lujosa y se hacía un ambiente agradable de donde estar, ya que tan bien Malicia se encargaba de cuidarla. Francisco de primeras pensaba que los ataúdes distribuidos en los muros habrían de despedir algún olor desafortunado, pero resultaban estar vacíos, y no había esqueletos degradándose en ellos.
EL COMPROMISO
Una tarde muy oscura, casi dando paso a la noche, Francisco se paseaba por la cripta más pensativo que nunca. Había un tema que realmente le daba vuelta por la cabeza. Sentía la presencia de Malicia cerca, pero ella no se mostraba.
Ya cuando la luna llena se veía a través de los grandes ventanales de la cripta, Francisco después de tanta meditación ambulante pensó que había llegado a una conclusión. Malicia había aparecido y lo había saludado. Él había hecho igual, pero estaba muy concentrado. Dijo en voz alta para que ella lo oyera:
-Malicia, he estado pensando en concebir un nuevo nombre que llevaré desde aquí en adelante. Como esta es una nueva vida para mí, por consiguiente, estoy empezando de nuevo. Todo es una experiencia inédita, es un cambio para mí. Hoy soy alguien diferente. Estoy en un mundo distinto.
-Y dime, ¿qué nombre has concebido? –preguntó ella con su habitual interés.
-DarkDose –respondió Francisco con una voz de sentencia, y una mirada sombría-, es el nombre que he de llevar. DarkDose NightWriter.
-¿A qué viene? –preguntó Malicia.
-Es en referencia a la dosis de oscuridad que he acunado en mi alma por tanto tiempo, y que deja sus vestigios en mí siempre, además de la soledad que eternamente me ha rodeado. En este mundo nuevo, esta es mi nueva entidad. Es quien realmente soy, en el negro interior que llevo en mí- respondió. “Es el nombre de alguien soñador, con ligeros aires de pesimismo que de repente despiertan en mi pecho. Es mi parte que contempla la realidad fríamente, pero no se cierra a poder cambiarla con mis historias. Es mi verdad, es mi dentro” meditó.
-Por eso te pido, Malicia –añadió-, que desde aquí en adelante te refieras a mí así-. “Y ya no volveré a referirme a mi nombre antiguo”, se aclaró convencido.
-Muy bien, se hará tu deseo. Desde aquí en adelante, te comenzaré a llamar DarkDose. –Malicia sonrió. Hacía un rato DarkDose se había movido hacia su escritorio donde tenía sus escritos, y donde se había detenido a pensar en todo este cambio. Ya que por fin estaba hecho, vio a Malicia retirarse, y de un soplido apagó la llama solitaria de la vela que alumbraba tenuemente su escritorio, quedándose allí en las tinieblas.
Una noche, en el vestíbulo de la cripta estaba DarkDose frente a unos grandes ventanales observando los cielos cubiertos por la negrura, la ausencia de estrellas y la luna llena. Muy pensativo, no esperaba por nada, simplemente escuchaba las palabras de su mente, veía a sus sueños pasar, se cautivaba por el paisaje que lo envolvía. No había tenido más ropa, que la que había encontrado en el lugar. Ahora, acostumbraba a vestir enteramente de negro, con una larga vestimenta que le llegaba hasta los pies. Contemplaba tranquilamente, en ausencia de distracciones.
-Esto es… Terra Mortem –se murmuró.
En el momento, apareció Malicia por detrás. Sin molestarlo, también se detuvo y comenzó a contemplar el cielo oscuro, el cual se reflejaba en sus pupilas de una profundidad infinita. Con la vista hacia lo alto, miraba, igual de soñadora que su acompañante, a diferencia de que él no marcaba expresión alguna en específico, pero sí estaba admirado.
Malicia se dio cuenta que este mundo a DarkDose le sorprendía, y él era un observador. Entonces pensó, que había más cosas interesantes que mostrarle, y ahora era el turno de ella de llamarle la atención. Se le acercó, lo tomó de la mano sutilmente, con una suavidad que él percibió como una caricia enternecedora. Y ella, con sus ojos marrones refulgentes en la penumbra, le dijo:
-Ven conmigo, DarkDose.
DarkDose sin chistar, la acompañó. Pasadas unas escaleras en forma de caracol, que eran por las cuales Malicia había ascendido la primera vez que se habían encontrado, comenzaron a adentrarse en un sector diferente de la cripta, totalmente nuevo ahora y desconocido antes, para DarkDose. Las escaleras eran negras, con las barandas doradas; quizá no un buen presagio. Y quizá tampoco era un buen presagio la oscuridad avasalladora que los cubrió. Sin embargo, era la sensación de lo desconocido. Esa parte de la cripta jamás la había recorrido, y llegaron hasta un pasillo, con muchas puertas a los lados. En una de ellas Malicia se detuvo, y dijo:
-Ésta, es la habitación matrimonial. No preguntes de quiénes; tú mismo lo descubrirás pronto. Pero por ahora, es sólo el lugar donde yo duermo.
Malicia le sonrió con misterio, y DarkDose asintió. Luego, continuaron por el pasillo hasta llegar a la culminación de éste; allí había una nueva habitación, mucho más oscura que todas las que habían existido. Ingresaron, DarkDose tras ella con mucha cautela, receloso. En el centro y al final de esta habitación, había un diminuto altar cubierto por un mantel blanco, encima del cual había una especie de candelabro de plata, que sostenía dos bajas y anchas fúnebres velas negras. El espacio era algo tétrico. En la cumbre de ambas velas, había dos gruesas llamas oscilando con gracia, oscuras como el carbón. Ese fuego negro, a DarkDose le producía una desconfianza en la primera impresión, por lo que le preguntó a Malicia de qué se trataban:
-¿Qué son? –le dijo.
Malicia, que lo había traído a ese cuarto para presentárselas, le dijo:
-Esta, es una habitación sagrada de la cripta. Aquí sobre este altar, reposan estas ambas velas, cuyas flamas, simbolizan dos almas; son nuestras almas. Además, tienen una peculiaridad: Nunca se apagan.
“Ciertamente debe ser así, pues incluso después de haber pasado por la muerte, yo continúo aquí, de pie, en este lugar…” pensó, ante la respuesta de Malicia.
DarkDose se sorprendió, pero con una especie de escalofriante sorpresa. Sintió lo tétrico del lugar y la escena. Malicia lo miraba con la sombra en su rostro que alcanzaba a escaparse de la luz de las velas, creando un efecto de ojeras en ella, que le daban como el aspecto de una muerta. DarkDose sintió como si el susto hubiese empezado a subir a través de él, con intenciones de dominarlo; pero no lo dejó. Comprendió que debía adaptarse a la cripta, y a Malicia, y que desde allí en adelante así sería la naturaleza de las cosas: Algo paranormales. Tenía en mente que debía acostumbrarse.
La noche invadía la cripta esa vez. Cuando volvieron por el pasillo, estuvieron de nuevo pasando por la puerta a la habitación matrimonial –ocupada por nadie-, más que por Malicia en las noches de descanso. DarkDose sintió un extraño impulso apoderarse de él, y un deseo, al sentir que iban acercándose a aquella peculiar habitación. Entonces, cuando ya estuvieron al lado de la puerta, miró a Malicia, ahora con ojos distintos. La miró como antes la había mirado, pero nunca con tanta atención como ahora: Observó lo bella que era, la delicadeza de sus cabellos, el rojo de su boca que se hacía como una luz en la oscuridad, sus ojos tiernos como de una débil criatura desprotegida, su sensible piel blanca que generaba una sensación de pureza, todo esto observó. Vio su vestimenta, cómo ella solía vestir, el vestido largo y antiguo del color como de una flor marchita, que caía hasta sus tobillos, su joven y grácil figura con las cinturas marcadas de la plenitud de una mujer viva, intensa, formada, atractiva. Observó también DarkDose a través de su interior, la personalidad que ella tenía, misteriosa, simpática, simple, humilde… Pero ante todo misteriosa: cada momento con ella podía ser inesperado o algo nuevo.
De tanto observarla DarkDose sintió el picazón en sus manos en deseos por tocarla, y la calidez estallando en su pecho, también muriéndose en ganas de abrazarla contra él. El deseo era demasiado fuerte y estaba por explotar. Malicia apenas unos segundos antes, alcanzó a percatarse de esto, y lo observó con una mirada de interrogación, sabiendo lo que habría de pasar, esperándoselo, pero sin intenciones de hacer nada para evitarlo: Dejaría a DarkDose hacer lo que él quisiera, porque ella sabía, que no podía apagar esa llama de deseo, y en su interior, ella también lo quería.
Entonces, tras ella la puerta a la habitación matrimonial estaba cerrada. Pero DarkDose se abalanzó contra ella, impulsado por fuerzas extrañas, de esas que habitan en el corazón, y así yéndosele encima, Malicia causó que al apoyarse su cuerpo contra la puerta, ésta se abriera. Entonces, ella se vio arrojada hacia la cama que había dentro, con frazadas decoradas con un motivo de flores. Era una cama cómoda y suave. Malicia sintió el rebote de su cuerpo al hacer contacto con el colchón. Entonces DarkDose cerró la puerta de un portazo, e ingresó a la habitación, dominante y lleno de pasión, como se sentía.
Malicia era joven y bella. Eso era algo que se había hecho evidente, desde el primer encuentro. DarkDose al haber ingresado a la habitación, a través de su olfato percibió enseguida la esencia del lugar: Había un aroma suave, un ambiente extremadamente relajador, las cortinas dejaban entrar la luz que indicaba que recién había amanecido. Un borde del sol se reflejaba por la ventana, y hacía entrar todos sus rayos, llenado de calidez el espacio. Apenas hacía unos segundos, la habitación y toda la cripta se había comenzado a llenar de luminiscencia. DarkDose se sintió tan cómodo en aquella habitación matrimonial, tuvo la sensación de recordar su infancia allí, se le hacía familiar.
Luego, sucedió lo que tenía que pasar. DarkDose se abalanzó contra ella, y se amaron. Sintió el flamígero contacto de sus femeninos labios contra los suyos; tuvo en su piel la sensación de esa exquisita quemadura. Recorrió con las manos sus cabellos, enredando sus dedos en ellos, perdiéndose en la fantasía. En un instante, se encontró con los ojos de Malicia justo frente a los suyos, pupilas contra pupilas. Entonces, se quedó como hipnotizado, perdiéndose en un universo infinito. Las manos de ambos se sumergieron por las sábanas, bucearon, y ascendieron hasta encontrar la luz para finalmente unirse, y se quedaron tomadas. Cada caricia era una degustación del más sumo placer, reprimido por años. La palma de su mano recorría, probaba la forma de los muslos de ella, subía hasta sus hombros, bajaba por el camino de su cintura, y con sus brazos la aferraba y la protegía. Fueron muchos besos ardientes, luego la desproveyó del vestido, y DarkDose descubrió aquella piel, virgen, pura; un regalo de la madre naturaleza. Descubrió esa piel intacta y la luz que irradiaba, una luz que lo llenaba. Entonces la hizo suya. La mañana se les pasó así. Luego, cuando se estaba acercando la tarde, DarkDose le ofreció una argolla, de dos de ellas que había encontrado en la cripta, y habría de conservar uno, y le dijo:
-Malicia, entregándote esto te propongo: ¿Me concederías el placer de que fueras mi esposa?
Malicia se sonrojó, ante el hecho de que ambos fueran jóvenes pero en el caso de aceptar, habrían de estar comprometidos para toda la eternidad. Y esto le causó ternura, dulzura, y no pudo esconder su avergonzada sonrisa.
-Por supuesto que sí –le respondió, decidida-. Porque de hecho, yo te he estado esperando desde siempre en este lugar. Entonces, ésta habitación matrimonial será de nosotros –agregó. DarkDose celebró sus palabras sonriéndole, agradeciéndole con una sincera mirada, y se acercó a ella y la besó. Ahora el amor entre ellos y la confianza, sería algo que habría de volverse una costumbre, y desde esa tarde entonces, quedó hecho el compromiso de ambos. Malicia además tenía en mente, que ambos habían sido hechos el uno para el otro.
A la mañana siguiente, DarkDose se asomó al balcón a respirar aire limpio, mientras todavía estaba en el ambiente el vestigio de la tarde anterior, en la cual hubo pasión desatada, en que los deseos no pasaron desapercibidos, en que cedieron sus riendas y amó corporalmente y  se unió en alma a ella, a Malicia. Fue una experiencia fugaz, pero los momentos especiales perduran en el tiempo, y esa sensación no se iría a ir ya jamás de su pecho, por lo que se sentía renovado. Desde el balcón respiraba, llenándose de nuevas energías, de frescura, y a la vez que exhalaba observaba el majestuoso paisaje. Enormes distancias interminables de tierra llana y muerta, con algunos pinos y los cielos mostaza, y las corrientes de aire pasando. Podía apreciar también, que la cripta era un lugar enorme.
En ese momento llegó Malicia apareciendo tras él, como acostumbraba hacerlo. Pero esta vez llegó con una dulzura tan gratificante, divina, y le rodeó su cuello con sus sutiles brazos. DarkDose se sintió abrazado por ellos y se llenó de calma. Malicia acercaba su rostro al suyo, y él podía sentir en su oído su tierna respiración. Entonces ella acercó sus labios a su mejilla, haciendo un cálido contacto. Le dijo, con una voz muy suave, muy cariñosa:
-Prometo que te amaré siempre, que estaré eternamente a tu lado, y te entregaré mi fidelidad y confianza. Siempre seré tu esposa.
DarkDose, ante este gesto de sinceridad y verdadero afecto, con su mano cubrió la de Malicia, sobre su hombro y la acarició, al tiempo en que le respondía:
-Lo sé, Malicia; sé de tus sentimientos sinceros. Yo también estaré contigo por toda la eternidad. Me alegra pensar que habrás de acompañar mis futuros días.
Con momentos como ese, que siguieron viniendo, llenos de cariño y demostraciones de ello, fue pasando el tiempo. Ambos eran el matrimonio que habitaba en la cripta. Eran los señores de ella, y la mantenían ordenada, y cuidaban el lugar con esmero. La eternidad teñía los días. DarkDose sabía que el fin de su vida terrenal le había llegado, desde esa tarde en el hospital en que se presenció a él mismo morir, y elevarse de la cama. Ahora, estaba en un mundo aparte, algo que venía después de la vida, y sabía que por fin ya tenía un lugar donde habría de estar siempre, donde su alma habría de habitar imperecedera, como aquellas dos velas, que eran el alma de ambos y cuyas flamas jamás se detenían de oscilar.
EL ANIVERSARIO (DE NUESTROS AÑOS)
DarkDose tenía contado el tiempo. Una tarde se dio cuenta de esto, cuando había terminado de escribir por la mañana, y había estado leyendo un periódico añejo sobre su sofá, que era el periódico que circulaba por Terra Mortem y sólo contenía noticias de la muerte, y el mundo que le respectaba. Dos mañanas a la semana pasaban tres muertos vivientes con aire de tontos, que se encargaban de repartirlo y dejaban un ejemplar cada vez que lo hacían a la entrada de la cripta. DarkDose les daba sus monedas, y les daba una indirecta también para que se retiraran rápido, por la molestia del fétido olor que tenían y cuyo hecho ellos ignoraban.
Pues bien, dicha tarde se dio cuenta de que contaba los días, meses y años con cada dedo cuando pensó en el tiempo que llevaba registrado desde que estaba con Malicia, en calidad de compromiso y de cuando también la había conocido. Y pensaba que ello, merecía un reconocimiento especial. Por eso pensaba comunicárselo, pero debía presentarse la ocasión. Por mientras, iba moldeándose la idea de lo que habría de hacer para celebrar los años junto a Malicia.
Al mediodía ella venía entrando a la cripta. Había ido a buscar unos trozos de madera que cargaba brazos para encender el horno de la cocina y preparar los alimentos. Amaba cocinar.
-¿Te ayudo? –le preguntó DarkDose al verla ingresar. Malicia respondió afirmativamente, amistosa, y le compartió madera para cargarla. Llevaron los leños hasta el lugar del horno, donde ella los arrojó a las brasas. Allí DarkDose esperó pacientemente la ocasión, con misterio, hasta que volvieron al vestíbulo. Malicia tomó asiento en un sofá para darse un descanso. Mientras DarkDose la miraba, pensaba: “Ella siempre está de buen humor. Es única, me siento contagiado de sus energías”.
-¿Qué podremos comer hoy? –preguntó Malicia de repente, llevando la mirada al techo pensativa, y también tapándose los labios con un dedo, como siempre solía hacer cuando decidía algo.
Entonces la ocasión parecía oportuna para mencionarle DarkDose, lo que previamente ya había meditado. Realizar un reconocimiento a todos los años que habían pasado juntos, sin embargo, quería mencionárselo indirectamente, con algo de intriga, para interesarla, y para hacerla presentir que podía esperar una sorpresa grata si terminaba descifrando lo que era.
-Hoy tendremos que preparar una cena muy deliciosa y abundante –le dijo.
-¿Por qué? ¿Es que hoy te apetece algo especial? Puedo preparártelo si lo deseas, ya lo sabes –le respondió Malicia guiñándole un ojo con su simpatía.
-Sí, algo especial, pero también con un motivo singular. Me refiero a que, tiene que ser una cena inmensa para que alcance para todos, ¡porque hoy la cripta se llenará de gente! Quiero que celebremos esto; llevas varios años a mi lado endulzándome la vida. Hoy culmina el primer lustro, y será nuestro aniversario –anunció DarkDose.
Malicia permaneció enmudecida por la emoción. Luego sintió como si sus ojos se remojaran por lágrimas de felicidad y se abalanzó emocionada a rodear entero a DarkDose con un abrazo. Luego que se separaron, se quedó mirándolo con aquellos ojos de pupilas coloradas que tenía, de ternura, y entonces DarkDose le dijo:
-Entonces iré a conseguir las invitaciones, y a buscar a los invitados, serán muchos, ¿te parece?
-Muy bien, mi amado. Yo me quedaré aquí y haré los preparativos.
-Puedes ocuparte de la cena; yo al llegar me preocuparé de las decoraciones, por lo que no te preocupes –le contestó DarkDose. Se despidió de ella de un cálido beso en la mejilla, luego otro en la frente, la abrazó y salió hasta la puerta de la cripta. Allí se puso una gruesa manta gris que tenía que era como una túnica, pues mirando hacia afuera los cielos estaban algo nublados y parecía que podía caer una ligera llovizna en cualquier momento y corrían los vientos suaves. Entonces se despidió, y salió para ir en búsqueda de las invitaciones.
Avanzó bastante y miraba los paisajes desolados de Terra Mortem. Había una tranquilidad irremplazable, y las exquisitas y leves corrientes de viento que pasaban le tranquilizaban el cuerpo. A la distancia vio una choza oscura y añeja, cuya entrada estaba tapada con una opaca y gruesa cortina. Supo de qué se trataba, pues era una tienda. Había ido varias veces antes, y era una de las únicas tiendas esotéricas y de utilidades que había en todo el lugar.
Al llegar a la entrada, hizo las anchas cortinas a un lado e ingresó. Tuvo la sensación al entrar de que estaría oscurísimo dentro como la boca de un lobo o la tienda de una adivina, a juzgar por el aspecto de las espesas nubes del cielo que parecía irían a convocar una tempestad. Además el sol estaba tapado entre ellas y ningún rayo de su luz se filtraba en la tienda. Sin embargo, dentro, por suerte, había dispuesta una vela que iluminaba todo el interior.
DarkDose recorrió estanterías llenas de artículos como un pequeño laberinto, y un profundo aroma a incienso que se percibía, hasta que llegó frente a un mesón. De allí apareció una mujer algo vieja, de rostro delgado, cabello plateado y liso que caía hasta su cuello, y que le faltaba un ojo. Pero quizá tenía unos cuarenta años y se veía mucho más desgastada y vieja de lo que debía parecer. También aparentaba ser de carácter, pues recibió al cliente con una mirada muy seria y así solía ser con todos los clientes. Una mirada tan amargada, que parecía expresar con ella que no le agradaban demasiado las visitas, o quizá no las recibía muy seguido. Se notaba desde la distancia lo huraña que era.
Sin embargo era una buena persona en el fondo, que siempre estaba disponible para atender su negocio. Sólo espantaba la primera impresión que daba pero ella era así, debido al tipo de su negocio y los artículos que vendía, mayoritariamente objetos de brujería y cosas por el estilo, y jamás salía de su tienda.
Al asomarse DarkDose al mesón, la mujer con una tez sombría y una voz amedrentadora, le preguntó:
-¿Qué es lo que deseas?
-Me preguntaba si tendrá tarjetas de invitaciones –respondió DarkDose.
La mujer meditó un momento, luego le dijo:
-Acompáñame.
Lo llevó por entre las estanterías y la oscuridad del lugar. DarkDose se asustó cuando una mano cayó sobre su hombro, pero reaccionó enseguida y se dio cuenta que era el brazo de un animal de felpa, que tenía unos ojos hechos con botones que se veían muy siniestros. De los bordes de las estanterías colgaban toda clase de cosas, tales como infinidades de rosarios negros para fines maléficos y diversos frascos de pociones coloridas. Por ese pasillo el aroma a las mezclas se intensificó. También había frascos y recipientes parecidos con criaturas diminutas, extrañas y deformes encerrados en ellos que algunas eran cadáveres, y otras parecían hasta vivas. Parecían estarlo observando, a DarkDose se le erizó la piel.
Había perdido de vista a la delgada mujer de ropas aciagas, pero entonces ella carraspeó y la volvió a encontrar. Le indicó una estantería que estaba frente a él. De allí, esta mujer sacó una cantidad de varias tarjetitas y comenzó a revisarla. Entonces a DarkDose, quien se puso a revisarlas, y le dijo: “Escoge el diseño”.
Se puso a ver algunas. Estuvo viendo el primer montón un rato, luego tomó las otras cantidades de tarjetas y evaluaba el diseño. Finalmente, volvió al primer estilo de decorado que fue el que le agradó, y se lo comunicó a la mujer.
-Necesitaré treinta tarjetas –agregó, lo que ya había decidido previamente. Le había mencionado a Malicia que habrían de ser muchos invitados, y unos treinta sería la cifra más precisa. Aunque si hubiese querido agrandar la cantidad no hubiera sido posible, porque de todos modos la mujer le dijo que eran las últimas treinta tarjetas que le quedaban de ese diseño.
-Está bien entonces –respondió. Volvieron hasta la barra donde atendía la mujer, y allí le entregó las tarjetas de invitaciones, y DarkDose le pagó con monedas de oro, que era el dinero de Terra Mortem. Entonces también la mujer le prestó un lápiz especial, para que escribiera su mensaje en las invitaciones. Y lo hizo; era un mensaje sorpresa.
-Muchas gracias –le dijo a la mujer entonces, y salió de la tienda.
Ya afuera de la vetusta choza, las corrientes de viento se habían vuelto más fuertes y los cielos estaban como de tempestad, pero ahora como una segura, como si viniera aproximándose. Caminó sosteniéndose la manta gris que lo envolvía para que no se le fuera volando con la intensidad del aire, y también abrigándose porque tenía escalofríos.
A lo lejos entre la maleza vio una silueta alta, de anchos hombros cubierta por una larguísima túnica grisácea más opaca, con capucha que escondía su rostro. La reconoció: Era una figura que acostumbraba aparecerse sólo en climas nublados, de inminente tempestad como ahora. Era difícil encontrarse con él. Llevaba por nombre: “La sombra de las profecías”, pues precisamente, su costumbre era dar profecías a quien se le acercara a hablarle.
Oriundo de Terra Mortem, La sombra de las profecías era una figura solitaria, exclusiva de este lugar, por lo que no se podía encontrar en ninguna otra parte del orbe. Errante, se les hacía visible sólo a aquellos que él mismo escogía. DarkDose fue acercándose lentamente y cuando estuvo a su lado, sacó las tarjetas de invitaciones y se puso a contemplarles el diseño. La sombra, percatado de su presencia se movió ligeramente y carraspeó. Entonces le dijo:
-Sé sincero, y dime qué es lo que quieres saber por parte mía. Te revelaré lo que necesites.
 DarkDose le señaló las entradas, y le dijo:
-Quiero encontrar invitados para llevar a mi hogar, por un motivo especial. Quiero saber dónde encontrarlos y dónde entregar estas invitaciones.
La sombra se tomó su tiempo de reflexión, y le respondió con su sabiduría:
-Has llegado a este mundo porque tu antigua vida ha terminado. Ahora, esta es una nueva etapa, sin embargo el mundo que pisas está bajo tu dominio, pero aun así lo desconoces. Sé que estás buscando gente, muchos personajes para hacer llegar hasta tu hogar, para celebrar la felicidad de los años que llevas con tu esposa, Malicia. Si quieres encontrar dichos invitados, estate atento a mis palabras:
Te encaminarás a recorrer este mundo en busca de las personas que quieres llevar a tu hogar, la cripta. Para ello deberás de conocer este mundo, por eso te entregaré un poder especial. Con esta capacidad temporal que te daré, podrás interferir con los cambios acostumbrados de este mundo, que se manifestarán como cambios de clima. Entonces, podrás trasladarte a distintos lugares de esta tierra donde encontrarás a los invitados que buscas. Aunque esta virtud será sólo temporal, pues cuando tengas a los treinta de ellos, dejarás de tener este poder, y volverás a mí a regresármelo, y yo te haré aparecer de vuelta a tu cripta justo a tiempo. ¿Has entendido?
DarkDose entre algunas dudas, igualmente respondió:
-Sí, creo que he entendido lo necesario-, porque entre algunas de estas dudas le quedaron, era por ejemplo una de ellas la cuestión de los cambios de clima. ¿Qué podía ser eso?, se preguntaba. ¿Y de qué forma habría de encontrar a sus invitados, y hasta dónde tendría que ir? Tuvo que ponerles una pausa a sus interrogantes, porque La sombra de las profecías lo llamó hacia él. DarkDose estuvo a su frente y la sombra le dijo:
-Entonces ahora, te haré entrega de este poder que te he mencionado.
Fue hasta La sombra de las profecías, y la figura de túnica puso sus manos sobre sus hombros. Entonces un extraño resplandor emergió de la sombra y pareció trasladársele a él. DarkDose entonces se sintió diferente, y tuvo una sensación en el corazón, como si el poder que le fue entregado se hubiera alojado allí. La sombra le dijo entonces:
-Ya estás listo. Ahora puedes partir a buscar a tus invitados.
Pero no había espacio para más dudas, pues aunque las tenía, por lo menos ya había captado lo elemental de lo que le había dicho La sombra de las profecías, y esto era; encaminarse simplemente a buscar a los invitados con el poder que ahora tenía en él.
Rato después iba caminando por llanos de Terra Mortem, cuando se estaba comenzando a sentir el frío en el aire de la tarde que se iba esfumando. La abrigadora luz de los cielos también iba disipándose, a medida que el tenue manto de sombras que traía la noche iba cubriendo paulatinamente el cielo. DarkDose comenzó a sentir escalofríos, y contemplaba el paisaje de la tierra que pisaba y cómo cambiaba, a medida que la oscuridad iba llegando. Las formas de las cosas, sus contornos, se volvían sinuosos y el recelo despertaba en cada rincón. Siempre generaba desconfianza encontrarse en una parte desconocida de la tierra, a oscuras y solitario.
Se detuvo un momento para descansar de la caminata. Sacó una tarjeta del bolsillo del manto que llevaba, y se puso a contemplarla. Como siempre, estaba mirando su diseño. Entonces, unas antorchas a lo lejos cuyas flamas se distinguían como una luz lo sacaron de su distraimiento. Se acercó, y vio a unos tres hombres misteriosos tapados con capucha. Estaban conversando cerca de una fogata. Cordialmente llegó frente a ellos, y les dijo:
-Buenas tardes, vengo a ofrecerles una invitación a la celebración de mi aniversario con mi mujer, en la cripta. ¿Les gustaría venir?
Uno de los hombres sacó la voz por los demás, y aunque escondían su rostro y también se veía extraño, le contestó de igual forma con cordialidad, mostrando que era educado:
-Créanos que nos encantaría, DarkDose –le dijeron pues conocían su nombre, a lo que él no se explicaba cómo pero no le dio importancia-. Pero el asunto es, que tenemos que realizar una cacería para llevar comidas a nuestras casas, y en este momento estamos en horas de descanso. Si no llevamos comida, nuestras esposas se enojarán con nosotros.
-Comprendo, cazadores. Pues que tengan una buena caza –les contestó, y se despidió de dichos hombres. Pero le daba vuelta al asunto, de cómo habían ellos sabido su nombre, y era extraño, porque él conocía a muy pocos seres de Terra Mortem, desde que había llegado y le había dado nombre a esta tierra, aunque los seres con los que se había topado, todos habían conocido su nombre. Era un tema con el que por ahora, no encontraba respuesta.
Antes de que se hubiera retirado, los tres hombres lo llamaron para que se detuviera. Uno de ellos entonces avanzó un poco hacia él, y le dijo:
-Sin embargo ten cuidado, pues por ahí por donde vas, es donde habita una bruja conocida por estos lugares…
-¿Sí? –Se impresionó DarkDose- ¿Y quién es?
-No recuerdo su nombre, pero le gusta hacer travesuras y ya se ha topado otras veces con mis compañeros. Su nombre era algo como… No, no recuerdo. Pero si siguieras por esa dirección en que ibas, te la habrás de topar.
-Comprendo, gracias por el aviso, tendré cuidado. Ahora sí me retiro –respondió DarkDose y se despidió de los tres hombres encapuchados cazadores. Entonces cuando se alejó, volvió hacia la oscuridad de los árboles, secretamente dirigiéndose hacia la dirección en que justamente le habían prevenido ir, pues iba pensando: ¿Una bruja? No debe ser alguien peligrosa y pienso invitarla al aniversario.
Iba así convencido de que habría hasta de invitarla, por lo que no temía para nada, y continuó adentrándose en la dirección de los árboles, pensando que aquella bruja habitaba al interior del bosque oscuro.
“Dicen que es traviesa… Quizá sea hasta agradable, quizá sólo es incomprendida” pensaba, e iba contento. Llevaba un buen presentimiento a pesar del siniestro aspecto del bosque que lo comenzaba a rodear.
Iba pasando bajo las ramas de los inmensos pinos que se alzaban como rascacielos, cuando vio entre una abertura en la frondosidad la imagen de la luna acompañada por algunas nubes en sus contornos. Comprobó que se había hecho de noche. “¿Tan rápido ya?” Pensaba. Entonces sintió una extraña sensación en su pecho y al instante, un enorme destello blanco lo envolvió y le cubrió totalmente la vista. Cuando esta luz se había ido, y volvía a estar normal se dio cuenta que ahora se encontraba en una parte mucho más alejada del bosque en donde estaba.
“Debe ser el poder que me dio La sombra de las profecías… Mencionó algo de que si cambiaba el clima, Terra Mortem cambiaba de etapa también o algo así y como se ha hecho de noche… Pero ahora, ¿dónde rayos me ha dejado?” Estaba pensando. Pero vio que no debía haberse alejado mucho, porque a la distancia se contemplaban algunos bosques similares al cual estaba adentrándose.
Era de noche y los paisajes se extendían a la lejanía. De pronto, en el horizonte muy lejos vio una gigantesca estructura negra y estrecha, que se alzaba a los cielos. Era como una torre y en la punta tenía gran cantidad de una neblina amarilla que la envolvía. “¿Qué es esa estructura?” Se preguntaba, y estaba demasiado lejos para llegar hasta ella. En estas reflexiones estaba, cuando algo le rozó el pie. Miró, y había una criatura allí, un curioso gato de color púrpura.
-Purpúrea, ven acá –dijo una voz. La gata obedeció la orden y se acercó a los pies de su dueña. DarkDose levantó la mirada y vio a una adolescente de ropas extrañas, de contextura delgada y unos largos y finos cabellos castaños. Llevaba también un grande sombrero puntiagudo, por lo que dedujo que ella era la bruja de la cual le habrían hablado.
-¿Eres acaso tú la bruja que me mencionaron? –le preguntó al verla.
-Hola, extranjero. Mi nombre es Rina, y sí, soy una bruja, si es que te hablaron de mí. Soy la bruja más joven que encontrarás por estos lugares –contestó la adolescente con ropas de vieja, como trapos; ropas de hechicera. Pero como su figura era joven, esa vestimenta no le quitaba para nada gracia.
“Comprendo”, pensó DarkDose. “Efectivamente, es ella”. “¿Quieres venir a la celebración de mi aniversario?” Había pensado en decirle, pero luego se retractó enseguida dándose cuenta de que era muy pronto. Primero debía evaluar su personalidad, ver si es que realmente era la bruja traviesa que le habían dicho, si es que era maléfica y resultaba no tener un corazón bueno. De esta forma por supuesto que no habría de invitarla; no quería llevar personas deshonestas a su cripta.
Tuvo las tarjetas de invitaciones en la mano por si acaso. De pronto estuvo concentrado mirando hacia el horizonte, enfocándose en la estructura alta que le había llamado la atención. Rina, la bruja se percató de esto y le comentó:
-Ésa que estás observando es mi hogar, la torre de la bruma. Allá lejos vivo.
-¿De verdad? –Preguntó DarkDose- No lo había sospechado, pensé que esa estructura misteriosa debía estar deshabitada, no le veía el fin tampoco. ¿Y qué haces tan lejos de ese, tu hogar?
-Sí, es verdad, en esa torre vivo junto con mi tía, es una bruja horripilante y mala con siglos más de edad que yo, que disfruta echando niños a hervir en su caldero. Es horrendo. Yo estoy por acá recolectando materiales que necesitaba.
-¿Hirviendo niños? –Preguntó DarkDose horripilado, pero luego se le pasó la impresión. Supo que no debía mostrarse tan fácil de sorprender- Entonces –agregó-, estás acá recolectando materiales… Oye, ¿Rina es tu nombre, verdad? Te molestaría decirme, ¿es verdad que disfrutas haciéndole mal a otros? Unos cazadores me mencionaron que se han encontrado contigo.
-Ah, debe ser la vez que les di la rabia a unos ciervos que estaban cazando, y se abalanzaron sobre ellos como criaturas endemoniadas y a uno de los cazadores casi le sacaron un brazo. Me reí bastante esa vez, pero…
DarkDose la miró con una fuerte mirada de reprobación. Estaba convencido ya de que no era una persona que valiera la pena de invitar al aniversario.
-Pero, estoy arrepentida –agregó Rina y DarkDose empezó a comprender lentamente su sinceridad-. A ese cazador le hubiese hecho mucho mal si uno de esos ciervos endemoniados le hubiera sacado una extremidad. Es verdad que disfruto haciendo travesuras, pero, es sólo un rato de diversión. En realidad no deseo matar a nadie…
“Es un alma buena” pensó DarkDose y sonrió. Ella era la bruja con mala fama del bosque. Después de todo, no era tan perjudicial como la describían.
-Y a todo esto, ¿por qué estamos teniendo esta charla? –preguntó de pronto Rina, que recordó que debía seguir recolectando los materiales.
-Es verdad, mira –respondió DarkDose y sacó una tarjeta de invitación de su bolsillo. Se la extendió, y le hizo la oferta:
-Quiero invitarte al aniversario que habré de celebrar con mi mujer.
Rina recibió la tarjeta y la leyó. Tenía atractivos mensajes que invitaban a presentarse a la celebración. Apenada, respondió:
-Lo siento, pero no tengo tiempo para ir, tengo que recolectar muchos materiales y… -dijo dudosa y volvió la vista hacia su gata.
-Habrá mucha comida –agregó DarkDose. Rina sintió como si una luz de esperanza pasara por sus ojos, se animó enseguida y le dijo:
-¡Dame esa invitación entonces! –Y él se la entregó riendo. Entonces, la traviesa bruja agregó: -Y por cierto, ¿puede ir también mi gata Purpúrea?
-Por supuesto.
-Entonces te acompañaré donde sea, si es que insistes en invitarme a tu celebración –contestó dándole fin al asunto. DarkDose satisfecho comenzó a caminar, y Rina se fue a su lado acompañada de su gata que siempre andaba cerca de sus pies. Tras un momento de caminata, DarkDose le confesó realmente que estaba perdido y no sabía qué camino tomar. Rina levantó su varita a las brisas de la noche, y la apuntó hacia arriba como buscando una dirección. Tras unos segundos dijo, convencida:
-Es por acá.
Ya después de haber ubicado un rumbo, caminaron por mucho rato hasta que se adentraron en un nuevo bosque. Ya habían dejado la tierra de Rina muy atrás, y su torre de la bruma ya ni siquiera se hacía visible. DarkDose caminó a la delantera, a pesar de que desconocía el bosque. Buscó las entradas en los bolsillos de la manta que llevaba, y sabiendo que le quedaban veintinueve todavía, estaba dispuesto a encontrar a más invitados.
De pronto de tanto avanzar, divisó una gran y abandonada cabaña en medio del bosque. Estaba muy a oscuras, como todo el lugar conformado por las sombras de los árboles.
-¿Pero quién puede habitar ahí? –Se preguntó extrañado- O quizá esté abandonada, es lo más posible.
-Creo que tengo una idea de quién puede estar dentro… -respondió Rina siguiendo su intuición como siempre, segura. Le hizo un gesto a DarkDose, indicándole que habría de ir a investigar y avanzó hacia la abandonada cabaña. Su gata, apegada, la siguió como siempre. Rina llegó hasta la puerta, ingresó y allí se perdió. Tras un rato, finalmente volvió a salir y le hizo otra seña más indicándole que entrara.
DarkDose llegó hasta el lugar, y se puso a investigarlo mientras Rina no le decía nada. Su gata, Purpúrea también investigaba rastreando todo con su olfato. Por una ventana de la cabaña entraba la luz de la luna llena, y se veían muebles rotos, una mesa con sus soportes partidos y muchos papeles tirados. También había unos casilleros a un lado. DarkDose se acercó hasta ellos, y de pronto dio un ligero salto de un susto, cuando la figura de alguien emergió a su lado, de entre las sombras. Era una chica. Lo primero que distinguió en ella, fueron unos grandes ojos marrones como la sangre, y unos cabellos dorados como Ricitos de oro, pero muchos más opacos, como una especie de versión diabólica. De todos modos le dio mucho temor, pero sin despistar que era una chica bonita al fin y al cabo.
-¿Quién eres tú? –preguntó todavía reponiéndose del sobresalto, habiendo dado unos pasos atrás. Ella lo miraba fijamente.
Rina se rió.
-Es Marilyn, mi prima –afirmó-. Ella no habla demasiado, pero cuando lo hace siempre dice las palabras justas, créeme.
-Es muy… tenebrosa –observó DarkDose titubeante. Luego se repuso-. Marilyn, espero no lo tomes de mala forma, no hay nada malo en tu aspecto, pero es siniestro –y entonces pensó que a ella quizá también podría entregarle una invitación, y así ya tendría dos invitados a su celebración.
-Ella es una artesana del dolor –le reveló Rina. Su prima Marilyn, se quedó mirándola con sus ojos sangrientos-. Yo soy una bruja, y ella una artesana. Yo hago pociones y calderos, y ella confecciona muñecos embrujados.
Sonaba escalofriante, pero mucho más lo era ciertamente el mismo aspecto de Marilyn. Si Rina era digna de confiar, DarkDose suponía que su prima también lo era, aun así con la imagen que proyectaba. Pero él siempre había tenido una facultad, que podía hacerse una idea más o menos de cómo eran los corazones de la gente, teniéndolas frente a él.
Pero como ya tenía ganas de salir de aquella sombría cabaña porque le parecía demasiada oscuridad, se decidió por sacar una de las invitaciones. Se la extendió a Marilyn, la artesana, y le dijo:
-Espero te animes a venir con nosotros.
Rina le guiñó un ojo a su prima.
Marilyn sin inmutarse, quizá con una pequeña extrañeza tras sus ojos marrones observó la tarjeta, y le llamó la atención los mensajes que ésta tenía, escritos con letra roja adornada de curvas, conformada con esmero:
“Para conmemorar todos mis años de felicidad, en que he descubierto un mundo nuevo, quiero hacerte esta invitación a mi aniversario.
Será llevado a cabo en la cripta, el lugar donde toma parte mi soñar, el lugar que ha albergado mis fantasías.
Será un festejo muy alegre, en que compartiremos experiencias y tras el cual quedará afianzado aún más, con cordón de oro la unión entre mi esposa y yo.
Espero se animen a venir, y espero contar con muchos invitados para tener una noche especial y un momento grato y agradable. Estaré muy satisfecho con su visita. Por medio de esta celebración quiero también hacerle un reconocimiento a toda mi vida, y el significado que le he dado, y a todas las etapas por las que he pasado.
Cordialmente, les espera este soñador escritor,
DarkDose
Conmemorando los años de mi vida, junto a mi esposa Malicia, ansiosos por recibirlos a ustedes. Porque este aniversario es más que un significado común para mí”.
-Palabras muy sentimentales… -opinó Marilyn. DarkDose vio impresionado la falta de expresión en el rostro de ella, como si nada fuese capaz de tocar su alma, como si nada la inmutara. Sin embargo, cuando estaba temiendo lo peor, el rechazo, Marilyn dejó de mirar en la tarjeta, y la guardó en sus ropas, en una señal de que aceptaba la invitación, así terminando con esos segundos de gran expectación.
Luego por fin siguieron de la cabaña, y DarkDose recibió la fresca brisa de la noche acariciando su rostro, reponiendo sus energías. Después de mucho caminar, avanzaban por el lado de un bosque, cuando DarkDose vio una extraña figura caminar a un lado de Marilyn. Era una sombra que se movía algo deformemente, como la silueta de una especie de enano. Receloso, preguntó:
-¿Qué es eso?
Justo en ese momento, después de que hacía rato que Rina había tomado entre sus brazos a Purpúrea, su gata, y la iba llevando, ésta se había escapado. Rina maldijo diciendo “¡Gata traidora!”, y entonces se percató de la interrogante de DarkDose. Mostrando que le había hecho gracia su curiosidad, le respondió:
-Es el acompañante de Marilyn, es su muñeco viviente más fiel.
A DarkDose se le heló la piel. Lo que caminaba junto a ella, era un muñeco de trapo con ojos como botones, y la boca cosida. Su expresión era tremendamente siniestra, como la de un ser el que disfrutaba de matar, como un ser que podía echar mil maldiciones con su sola mirada. A DarkDose le incomodó enseguida su presencia, y sintió deseos de decirle a Marilyn: “¿Por qué no alejas esa cosa de mí?”, pero prefirió ser cortés y callar. De todos modos, aquel muñeco no importaba demasiado. En el pecho llevaba cosido su nombre: “Paul”.
Caminaron por un llano verde, cuando todavía era de noche. De pronto mientras más se acercaban a un bosque, el clima comenzaba a cambiar, y unas nubes rojas iban apareciendo desde el horizonte y comenzaban a cubrir el cielo, a medida que éste también se iba tornando colorado. De pronto, pareció que estaban en plena tarde. El corazón de DarkDose había comenzado a latir agitadamente.
-¿Dónde estamos ahora? –se preguntó. Hasta ahí iban él, Rina, Marilyn y su muñeco de trapo, Paul. La gata se había escapado hacía rato.
-No lo sé –respondió Rina admitiendo que ésta vez no tenía una convicción sobre el lugar. De pronto, la sensación en el pecho de DarkDose se intensificó, como si el poder que le había entregado La sombra de las profecías estuviera haciendo efecto de nuevo. Y en ese momento, apareció alguien corriendo agitadamente y dando algunos gritos. Parecía un hombre desesperado. Cuando llegó hasta los tres (y el muñeco de trapo), se detuvo y DarkDose le preguntó:
-¿Quién eres? ¿Y por qué corres?
-Tienen que ayudarme, por favor, las pesadillas no me dejan tranquilo, aquel edificio…
-¿Qué ocurre? ¿Cuál es tu nombre? –preguntó Rina. Marilyn lo observaba desinteresadamente, y el Paul, el muñeco de trapo, se asomaba tras sus pantorrillas para clavarle una larga aguja, aunque claro, no lo llegaría a hacer.
-Me llamo Miguel. Vengan ustedes mismos y comprueben la causa de mi desesperación, pero por favor, no me dejen solo…
Llegaron junto al hombre desesperado hasta un prado, donde al final se alzaba una misteriosa estructura. Era una edificación, negra, alumbrada por la luz de la luna y con sus ventanas rotas. Tenía algunas tuberías por donde salía el fétido olor de adentro, y se esparcía por el ambiente causando una peste nauseabunda. Por aquella señal, y por la forma del matadero, DarkDose y las dos chicas que lo acompañaban se hicieron una idea de lo que era, pero igualmente el hombre que decía llamarse Miguel, les reveló qué era el lugar.
-¡Ése es, un matadero! He entrado allí por accidente, y por Dios, ¡No quiero volver a entrar jamás! Fue la más horrible y cruenta pesadilla… Allí producen carne, pero no de animal precisamente… ¡He visto cadáveres humanos! ¡Allí matan humanos!
-Vayan con este hombre, deberían darle un calmante –opinó Rina.
-Podríamos decir entonces, que es un matadero de personas –observó DarkDose.
-Así es, ahora vámonos de aquí… Acompáñenme a buscar un lugar tranquilo, por favor… -rogó Migue- Había estado con unos amigos bebiendo y charlando fuera de ese edificio, cuando uno de ellos me retó a entrar. Gran error de mi vida…
-Ese lugar debe ser interesante… -comentó Marilyn. Por suerte, Miguel no alcanzó a percibir este comentario, pero entonces todos desviaron la vista hacia la edificación. De allí salía un gigante obeso, que se había ensartado una cabeza ensangrentada de vaca sobre la suya propia, y llevaba un tremendo machete del porte de todo su brazo. Salió con evidentes amenazas y ademanes peligrosos, con intenciones de perseguirlos, por lo que DarkDose y compañía tuvieron que desaparecer al instante del lugar, para el alivio del hombre desesperado.
Rato después se detuvieron a tomar aire. Aliviado DarkDose comprobó, que los bosques que ahora se asomaban ante la mirada de todos, eran bosques familiares, que le recordaban a la cripta. Luego, los cielos se comenzaron a tornar de un color mostaza, conocido también. Parecía que estaba volviendo al lugar donde había estado al principio; de vuelta en Terra Mortem, su hogar.
De pronto, Rina lo tomó del brazo, y lo alejó del grupo para decirle algo. Marilyn se le quedó mirando extrañada, pero se resignó a quedarse con Miguel, que le parecía un cobarde. Cuando ya Rina lo tuvo apartado del grupo, lo llevó hasta unos árboles, y allí le dijo:
-DarkDose, tengo que revelarte algo para que se te haga más fácil el camino, en esto de buscar a los invitados.
A propósito, DarkDose le había entregado recién una invitación a Miguel, esperando que esto aliviara un poco el gran nerviosismo que había mostrado. Por suerte con el pasar de los segundos, el desdichado individuo se había ido calmando. No era para menos: Un edificio así, como un matadero de personas, aterraba bastante. Sólo podía ser invención de la mente más macabra. A DarkDose esto se le hizo familiar.
Pero volviendo al asunto con Rina, le dijo:
-¿Sí? ¿Qué es lo que me tienes que decir?
-Tengo que entregarte algo. Ven conmigo –le dijo misteriosamente, y sonriéndole. Entonces lo llevó hasta una especie de choza, abandonada entre los árboles, que él nunca había visto. El cielo ya se había oscurecido y estaba hermosamente estrellado. Los demás del grupo, como Marilyn, ya los habían perdido de vista y ella en particular, no tenía interés alguno en espiarlos.
-Es esto –le dijo Rina, e hizo a DarkDose acompañarla dentro de la choza. Allí, había un baúl el cual estaba cerrado con un candado sujetado por gruesas cadenas. “Está cerrado” le dijo DarkDose, a lo que Rina contestó:
-Pues busca entre tus ropas; allí tienes la clave.
Se metió la mano a los bolsillos, buscó, y efectivamente, de allí sacó una reluciente llave dorada. “¿Cómo es posible?” Se preguntó, a lo que Rina le respondió, con un tono de que era algo evidente:
-La respuesta siempre la has tenido tú. Piénsalo.
Eso después le dio un tiempo para pensar, aunque finalmente llegó a la respuesta. Ésta siempre había sido, que la respuesta estaba en su corazón en todo momento.
Después de abrir ese cofre, entre bastante polvo había algo allí. La bruja Rina lo invitó a que lo tomara, y así lo hizo. Era un libro. Tras un soplido, lo despojó de todo el polvo que lo cubría, y éste brilló majestuosamente como si estuviera nuevo, entonces se hizo visible el título dentro de un rectángulo en su portada:
La escritura de mi alma
Aquel era el nombre. DarkDose recordó su propio nombre por un momento, como algo simbólico; Francisco. Entonces tuvo un fuerte presentimiento, y sintiendo que había descubierto algo grande, le preguntó:
-¿Y cómo se usa esto?
-Eso nadie más que tú lo va a descubrir y a saber –le respondió Rina, le guiñó el ojo y luego lo invitó a que salieran de allí, a reunirse con los demás invitados que había encontrado. DarkDose se sintió fenomenalmente, como antes no se había sentido, como si un significado escondido, hubiese aflorado en su alma.
Tiempo después cuando hubieran arribado hasta la cripta, con todos los invitados, DarkDose le habría de expresar que se sentía muy emocionado y agradecido tras conocerla, y ella, en un gesto de correspondencia por el sentimiento y la sinceridad, le habría de regalar su sombrero puntiagudo de bruja, o brujo, sea cual sea quien lo usase. DarkDose se lo habría de poner enseguida, y con el tiempo lo guardaría a través de los años como un bonito recuerdo. Pero eso sería hasta después, hasta que hubiesen llegado a la cripta.
Pero de todos modos, no faltaba mucho. Porque a pesar de que todavía faltaban una gran cantidad de invitados –unas veintisiete invitaciones por entregar-, él no contaba con que luego La sombra de las profecías habría de aliviarle grandemente este trabajo. Fue hasta que llegaron al valle tormentoso donde éste ser habitaba, que se lo encontraron.
DarkDose llegó, agotado. Sin saber que ese mismo ente que lo había ayudado se encontraba allí, se detuvo a descansar las manos sobre sus rodillas, y dijo:
-Estoy extenuado, ¿cuántos invitados faltarán? Todavía me quedan muchos, y no quiero hacer esperar tanto a Malicia…
-¿Quién es? –preguntó Marilyn. No es que tuviera mucho interés, pero un impulso desconocido la había llevado a preguntarlo.
-Mi esposa –respondió DarkDose. Entonces miró a Rina, que estaba viendo algo, a lo que a la vez, él también miró y se percató: Allí estaba La sombra de las profecías. Caminó para expresarles sus inquietudes.
-Tú, sombra que me has ayudado… Dime cuántos invitados me faltan, dime por favor si es que habré de reunir a todos los invitados antes de que anochezca en la cripta…
La sombra le respondió:
-Usualmente no doy más de una revelación a los individuos, pero contigo haré una excepción- entonces vio el libro que DarkDose tenía entre sus manos, lleno de páginas vacías, y aludiendo a este libro dijo: -Veo que lo has encontrado. Aquel libro también te será de ayuda.
-Ahora –agregó-, en la cripta está por anochecer, sin embargo llegarás a tiempo.  Te faltan muchos invitados todavía por encontrar, pero haremos algo. Haz como que nunca me has conocido, y este último problema te habré solucionado.
-¿Qué? –preguntó DarkDose. Entonces, la sombra desapareció, y todo el paisaje que estaba viendo se borró de su vista. Segundos después despertó, como aturdido, aunque sin dolor. Estaba sobre el pasto, y todavía tenía las invitaciones, y sus invitadas y su invitado, Miguel, también permanecían junto a él.
-Vaya, por un segundo pensé que era un sueño –dijo.
-Así es la vida, a veces nos engaña –le complementó Rina.
En ese momento miró los cielos. Contempló que estaban nublados, vacíos, pero le eran familiares. Por el horizonte estaba entrando la oscuridad lejana que traía la noche. También reconoció tierras familiares. Miró hacia la distancia, y vio su hogar conocido: Estaba de vuelta en la cripta. Se alegró sinceramente en el corazón. “Ahora sólo quiero ver a mi esposa” pensó.
-¿Estoy soñando? –dijo de pronto una voz.
-¿Qué? –le preguntó DarkDose. Era una chica bien parecida, de aparente alta alcurnia, de cabellos rubios, lisos, delgada… de buena presencia.
-¿Dónde está el crucero? ¿Otra vez me ha dejado en tierras extrañas?
Rina le hizo un gesto de complicidad, como si aquella chica que había aparecido se encontrara loca, mas él no creyó eso. Le preguntó su nombre, y le pidió que le dijera qué ocurría.
-Soy María Luisa Myers. Iba de pasajera en el crucero transnacional, de lujo, “La perla de sueños”, hasta que quedó varado en una isla extraña. Ya de allí en explorarla me he sentido totalmente perdida, ahora no sé dónde he venido a parar.
-Quizá con nosotros te puedas orientar, yo me ocuparé luego de informarte todo en lo que te pueda ayudar. Ahora ten esto, si quieres –le respondió DarkDose y le entregó una invitación. Ella la recibió con curiosidad. Terminó aceptando, y uniéndose a acompañarlos para que así mientras, le fueran despejando las dudas.
Mientras DarkDose miraba que volvía a su querido lugar, donde estaba acostumbrado a estar, sintió las ganas de concebir una poesía, como solía hacer en las tardes más cálidas de atardeceres, como se acordó de Mariana, una mujer que en vida había sido motivo de muchas de sus inspiraciones.
Rato después se toparon con una fantasma, llamada Any, que parecía haber sido una chica muy triste en vida, que además no daba mensajes muy alentadores, como que DarkDose se le acercó, y ella intentando matarle sus esperanzas le dijo:
-No te molestes, no alcanzarás a encontrar todos los invitados a tiempo.
-Pues, no puedo creer eso –le respondió DarkDose sonriente. La fantasma entonces desapareció.
Había muchos personajes que todavía le restaban por encontrar, y se hacía extenuante. Luego Miguel todavía delirando sobre sus temores, les contó la historia del Señor Clavícula para que se distrajeran mientras todavía caminaban. La historia iba en pos de un hombre viejo que poseía una herramienta, como un gancho o diablo, como se le llamaba, e iba por allí buscando víctimas y con esta arma arrancándole las clavículas de los hombros dándoles así una muerte horrible.
Ya finalmente, la noche comenzó a avanzar paso a paso por el cielo, hasta que DarkDose se comenzó a agobiar, y fue a sentarse a la entrada de una choza solo, sosteniéndose la cabeza entre las manos, entristecido porque quizá no habría de encontrar a todos los invitados a tiempo, y su aniversario habría de ser un total fracaso, y Malicia no habría de estar contenta.
Rina lo llegó a acompañar, y estuvo un rato con él, aliviándolo. Pero entonces DarkDose le dijo que no había nada que hacer, y ella tuvo que alejarse, dándole sus mejores esperanzas. Ya que estuvo solo, muy desilusionado, sintió como si quisiera derramar lágrimas de frustración por su rostro. Había tenido tiempos difíciles, y sentía como si éstos volvieran. Pero entonces creyó encontrar una solución: un desahogo, al menos momentáneo.
Sacó el libro que había llevado entre sus brazos, el cual entre sus páginas traía una pluma de regalo. Con esta, esparció la tinta por las páginas vírgenes, y se puso a escribir para distraerse, dándose cuenta de que encontraba un gran disfrute en la escritura, como había comprobado veces anteriores. Ya después, se le formó sola una sonrisa en el rostro y fue sintiéndose mucho mejor. Pero en su rato de más decepción, había escrito en una página:
Desearía poder encontrar a todos los invitados a tiempo…
Entonces comenzó a imaginarse cómo hubiera sido la situación si de esa manera habría pasado todo. Como la escritura era su deleite, quiso describirlo, sólo para creer que así era por un segundo. Entre las hojas blancas, escribió:
“Y entonces sus fuerzas se habían acabado, pero no imaginaba que desde la esquina donde comenzaba su mundo, un gran portón dorado lleno de símbolos habría de abrirse. Y de éste, mágicamente habrían de aparecer todos los invitados justo a tiempo, para conmemorar sus años en la cripta, y tener una gran cena”.
Lo increíble y que jamás hubiera esperado que hubiera sido así, sino que sólo lo había soñado, fue que la voz de Rina y los demás entonces lo llamaban. Cuando llegó, a lo lejos se veía la imagen como difuminada de unas enormes puertas de oro abriéndose. De allí, emergían un montón de personajes que venían a pisar este mundo. Ahí entonces se dio cuenta que eran sus invitados, y lo que después habría de pasar, quedaba sólo por relatar, pues entonces llegó el momento más grato de la noche…
Tuvo frente a él a muchos personajes con los que alguna vez había soñado encontrarse. Había un montón de personalidades y seres reunidos, aparecidos todos desde la nada, pero en el fondo agradeció a la enigmática Sombra de las profecías, por la ayuda que le había prestado. Entre todos ellos, corriendo entre los árboles andaba un chico que se llamaba Phill, que aseguraba escapar de un monstruo en forma de lobo que lo perseguía. Otro era un niño llamado Jacobo, que aseguraba que él no pertenecía a dicha época, y que lo devolvieran a las tierras de Su Señor.
En fin. Había otro chico parecido a Phill, de nombre Casimiro, que decía que había tenido que correr finalmente de una Calabaza Macabra, que había cumplido todos sus deseos pero que como cuota le había pedido asesinar a su propia madre. Ya se veía por qué el apodo de la calabaza.
Como relato ahora, había tantos personajes, que DarkDose pensó que se le habrían de hacer pocas las invitaciones, pero no importaba, porque las había entregado todas y aun así a los que no les había alcanzado, tenían igualmente ofrecida la cripta para arribar. Luego se sorprendió de ver una figura misteriosa que llegaba, que había resultado ser una elegante, atractiva y sombría vampira de corazón muy ameno, llamada Rebeca. DarkDose sintió como si la alma de ella fuese frágil, y tuvo un gran sentimiento de protegerla, que en ese momento no se explicó el porqué de eso.
También había entre la reunión, personajes indeseables, claro está. Pero DarkDose no quería tenerlos presente por lo que rápidamente fueron hechos desaparecer. Luego, con la alegría en el alma ingresaron a la cripta. Allí a la entrada estaba Malicia, quien lo recibió con un abrazo, muy emocionada:
-¡Has llegado, mi eterno amado! Mi alma imploraba por ti, necesitaba de tus palabras, escritor, para calmar mis noches.
Él le sonrió y anidó sus brazos en su cuello. La besó, y luego ingresaron, tras que ella se hubiera sorprendido de cuántos invitados había traído. Era mucho más de lo esperado, era mucho más grande la sorpresa.
Al adentrarse en la cripta, sobre la larga y delgada mesa la cena estaba servida. La más abundante que nunca se había visto, y en el centro de ésta, un enorme pavo que lucía realmente apetitoso, además de platos de entrada y otros adornos gastronómicos que hacían lucir realmente bien esa cena para culminar la noche. Rina había cumplido, y tan sólo a segundos antes de ingresar le había dado como regalo su gorro puntiagudo a DarkDose, quien había tomado su puesto en la mesa, y se lo había puesto.
Con el gorro puntiagudo como de brujo, en el puesto principal de la mesa acompañado por su esposa Malicia, alzando una copa rebosada en vino, así, triunfante, DarkDose brindo por él, por esa noche, y por todos sus invitados, haciendo una promesa, diciendo:
-Y la escritura será el motivo de mis días. Cientos de historias que he imaginado, y por fin he entendido el significado interior en mi corazón: Este es mi mundo. Ustedes son mis acompañantes, yo tengo dominio sobre mi vida, mi imaginación es la fuerza más poderosa, y así será por la eternidad, en que he de vivir dotado por el poder más grande que está, en mi interior.
Y todos brindaron por el escritor, cada uno de los personajes allí presente y así fue pasando la noche más significativa de su vida, la cual él se había otorgado. Y habría de quedar una eternidad de días más por llegar para escribir, imaginar, y llenar su mundo y el de los demás con cientos de historias cuyo esmero que ponía en ellas, sería algo inacabable y sincero.
Porque viene de mi alma.
Así DarkDose se comprobó, que su vida tenía una razón, que él se había dado: Escribir su mundo.
Así, llevo mi significado con orgullo: Escribir mi mundo.
Firma: DarkDose NightWriter.

DarkDose